En su obra El Príncipe , Nicolás Maquiavelo trataba de ilustrar la forma de adquirir, mantener y fortalecer un principado, esto es, el gobierno de una ciudad o región. Maquiavelo se centra en varios aspectos fundamentales siendo uno de ellos la relación con sus súbditos, preguntándose qué es mejor, ser temido o amado. Dice Maquiavelo que ambas son lo ideal, pero si hubiera que elegir, sería mejor ser temido que amado, pues ser amado depende de la voluntad de otros, no de uno mismo y "los hombres tienen menos cuidado en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer".

Los docentes hemos pasado de ser temidos a querer ser tan amados que los roles se han tornado y ahora el que teme es el docente, consciente de que la autoridad emana de la voluntad de sus educandos y familias y no de la que debiera emanar de la propia dignidad de su labor docente (no de cada persona) reconociendo su autoridad magistral, el respeto a sus decisiones académicas así como las necesarias para imponer orden en el aula.

Los tiempos cambian, la sociedad y nuestros jóvenes. Infinidad de motivos se argumentan desde todas las instituciones, organismos y especialistas pero lo cierto es que donde antes el docente era una autoridad, ahora es uno más que interactúa al mismo nivel que sus alumnos, error manifiesto de una sociedad que influenciada por su pasado histórico quería erradicar de su vocabulario los términos, disciplina, orden, autoridad, respeto, etcétera, todo lo que sonase a autoritarismo en aras de una libertad recién encontrada y un exceso de permisividad amparada por teóricos de tendencias educativas donde el maestro debía ser un colega y un amigo como si una clase fuese una sesión de terapia de grupo en vez de un lugar donde formar, exigir, educar y crecer.

No queremos ser temidos ni tan amados que nuestros alumnos no nos respeten, como decía Maquiavelo, queremos ambas cosas y la condición de autoridad pública, aún siendo insuficiente por sí sola, es un buen comienzo ya que no tememos al policía por ser autoridad (excepto el transgresor), pero tal condición permite que confiemos en ellos aceptando sus indicaciones y órdenes conscientes de que son por el bien común e individual, esa presunción es la que necesitamos pero mientras la sociedad no la acepte, la condición de autoridad pública servirá como medida disuasoria, preventiva y como ayuda a normalizar la convivencia en el centro.

Queremos ser autoridad por nuestros alumnos, por los derechos de la mayoría a recibir una educación de calidad y por evitar los atropellos que actualmente sufrimos los docentes y muchos alumnos, los más perjudicados por esta situación, tanto es así que muchas voces empiezan a gritar dicha necesidad.