No hay contradicción en afirmar que la bolsa española ya no es lo que era y el dato de que en el primer semestre del año el índice bursátil de referencia, el Ibex, ha subido un 6,4%. Basta con tomar otros dos indicadores más para comprender mejor el diagnóstico. El primero, que crece en España la intención de trasladar inversiones hacia la renta fija, señal de que se esperan nuevas alzas de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo y de que no acaba de dar por vencida la inflación. El segundo viene de la comparación con la evolución de otros indicadores bursátiles mundiales, y en especial de los europeos, que deja claro que la preferencia de los inversores de todo el mundo pierden interés por España y se vuelcan en la compra de acciones de compañías alemanas. El índice DAX de la bolsa germana ha crecido por encima del 20% entre enero y junio.

La bolsa anticipa ciclos económicos. Y en el caso español, lo sucedido durante el primer semestre del año es un buen retrato de las contradicciones que se han vivido en el mundo de las empresas cotizadas, especialmente las que tienen más peso en el Ibex-35.

Desde enero hasta hoy, bancos, eléctricas y constructoras han visto cambiar súbitamente su valoración en un trasfondo de profundo cambio en el marco europeo que fuerza la creación de grandes corporaciones transnacionales. La incertidumbre del papel de las empresas españolas explica, en buena parte que el Ibex, que arrancó el año en 14.172 puntos, cayera a los 13.602 el 14 de marzo, remontara a los 15.543 el 1 de junio y el viernes pasado se quedara en los 15.058 puntos. En este movimiento típico de dientes de sierra, aparte de las tendencias de concentración de empresas que se han venido dando en los últimos tiempos, ha pesado también el singular fenómeno español de la burbuja inmobiliaria, que ya ha pinchado el valor de la firma más significada del sector, la valenciana Astroc, aunque el precio de las viviendas aún siga siendo alto, si bien los expertos apuntan a que la tendencia es a que haya un receso tanto a la hora de comprar como de construir.

La bolsa española pierde atractivo para los inversores internacionales más especulativos, que se han decantado por mercados pujantes. No obstante, no es un mal dato si se sabe interpretar correctamente y a tiempo, porque anima a buscar las correcciones internas necesarias.

Hay dos constantes que merecen consideración prioritaria: que los tipos de interés no van a bajar (el Banco Central Europeo los mantiene todavía en el 4%, en el horizonte de llegar al 4,5% en el mes de diciembre) y que el precio del petróleo --del que España depende más que los países del entorno-- sigue anormalmente alto, con el riesgo de alimentar la inflación. La bolsa lo ha detectado antes que nadie y de ahí su moderación.