WLwa operación desencadenada ayer por la fiscalía de Milán, que incluye la detención del número dos del Sismi, el servicio italiano de contraespionaje militar, presunto implicado en el secuestro y desaparición del imán Abú Omar hace más de tres años a manos de agentes norteamericanos, es un gesto ejemplar para acabar con la impunidad de la CIA en suelo europeo. Pocas dudas quedaban acerca de la connivencia de los gobiernos con las actividades clandestinas de la CIA, pero, si se mantenían algunas, la justicia las ha dejado sin efecto: las detenciones, los vuelos misteriosos y el trasiego de presos solo fueron posibles con la complicidad de los estados. Al mismo tiempo, el arresto del funcionario del Sismi ha desvelado la estrategia seguida por muchos gobiernos que, como el de Silvio Berlusconi , han hurtado a los parlamentos la posibilidad de controlar su vinculación con la política antiterrorista de EEUU. De los informes elaborados por el Consejo de Europa y el Parlamento Europeo cabía sacar esta conclusión, pero el mérito de la fiscalía de Milán es haberlo confirmado. Y es inconcebible imaginar que el caso italiano sea una excepción. Antes al contrario, todo lleva a pensar que el modelo italiano ha tenido amplia difusión.