La reunión de hoy de los ministros de Finanzas europeos estará dominada por la necesidad de cortar el contagio que la situación de Irlanda provoca en el resto de Europa, sobre todo en la cotización de la deuda pública de algunos países. La Unión Europea quiere que Dublín se deje ayudar, a ver si así acaban las especulaciones y la hemorragia. Las declaraciones de los principales líderes europeos en Seúl para dar garantías a los inversores en el caso de que hubiera que volver a utilizar el fondo de apoyo a países en apuros van en esa línea. No está claro que la situación irlandesa pueda afectar a España, sobre todo porque su principal problema se refiere a la banca, un asunto que no tiene nada que ver con la economía española, por la salud del sistema, como ya se vio en las pruebas de estrés, y por las medidas que se han puesto en marcha. Casos distintos son los de Portugal y Grecia, con graves problemas para sacar adelante un plan de ajuste, en el primero, y con nuevos datos negativos sobre el déficit en el segundo. El ministro portugués de Finanzas dejó entrever ayer la posibilidad de que su país pida las ayudas; y lo hizo dos días después de que su colega de Exteriores aludiera a la posibilidad de que el país salga del euro. La Bolsa de Lisboa no les hizo caso --ayer subió casi un punto-- y el diferencial de su deuda con la alemana se redujo. Es posible que los ministros de Finanzas comunitarios lleguen a la conclusión de que los socialistas portugueses tienen una forma peculiar de presionar a la oposición interna para que apoye sus recortes.