WUw no de los comentarios más repetidos tras el congreso de Valencia es que el presidente del PP, Mariano Rajoy, ha conseguido sacudirse la influencia que durante los últimos años ha ejercido en el partido José María Aznar, pese a ocupar un cargo honorario y no ejecutivo. Es prematuro asegurar que quien fuera presidente del Gobierno durante ocho años ha decidido ya alejarse definitivamente de la batalla por el poder y ha optado por limitar su papel al de "referente" para los militantes, pero lo cierto es que Rajoy y sus más estrechos colaboradores no han parado de repetir desde el fin de semana que Aznar "ya está fuera de la política". E incluso el presidente del PP se permitió ayer hacer una broma en una entrevista radiofónica al decir que "Aznar rima con no estar". Se trata sin duda de una hábil estrategia por parte de la nueva dirección de los populares para quitar, por una parte, hierro a la poco elegante actuación en Valencia del presidente de honor y, por otra, para remarcar que su figura no puede ser en la actual situación el banderín de enganche de un grupo crítico.

A la espera de las próximas citas con las urnas --elecciones vascas, europeas y gallegas--, Rajoy parece decidido a imponer una forma de hacer oposición menos ultramontana que en la lamentable legislatura anterior. Así lo ha demostrado en los últimos forcejeos parlamentarios. Ayer apoyó la nueva política de inmigración del Gobierno, bien es verdad que de perfiles conservadores. Si de verdad Aznar no está, es posible que PSOE y PP puedan llegar a acuerdos de Estado muy necesarios y diriman sus diferencias en el terreno enfangado de la economía.