Una mujer de 44 años, Nadia Sabir, políglota --sabía cuatro idiomas--, y afincada en Badajoz desde hace diez años, murió en la mañana de ayer a manos de su expareja, un hombre de 59 años, padre de una niña de 8 años que tenía en común con la asesinada. Momentos después de cometer el crimen, el agresor se quitó la vida disparándose y arrojándose al patio de luces del edificio.

Además de la infinita tragedia que significa todo crimen machista --una tragedia que se ha repetido este año ya 70 veces en nuestro país-- tras las dos muertes de ayer en Badajoz hay datos confusos sobre la actuación policial con respecto a las agresiones que sufría la víctima y lo que los vecinos manifiestan. Es un hecho que la policía conocía los malos tratos que Juan Rey, el agresor, había infligido a su exmujer. por su parte, el juez había decretado una orden de alejamiento. Sin embargo, vecinos de la víctima afirman que hace dos meses la policía lo detuvo tras maltratar a Nadia. El maltrato, según una amiga, consistió en producirle cortes en las manos. La delegada del Gobierno manifestó ayer que la policía no tenía constancia de que la víctima hubiera sufrido agresiones físicas, y de que el riesgo de un episodio violento en este caso había pasado del nivel "medio" al "no apreciado", a pesar de que se le había decomisado una escopeta. Cabe preguntarse cómo podría bajar de grado el nivel de peligro de agresión, después de ser llevado a comisaría hace solo dos meses por protagonizar un episodio violento. Convendría que estos datos contradictorios fueran convenientemente explicados.