La reducción de la velocidad a 110 km/h me parece bien, aunque esa medida sola no basta para ahorrar energía. Hay que regular las temperaturas máximas y mínimas de los lugares públicos, sean oficiales o no (hospitales, colegios, tiendas, bancos): en verano, mínima de 24 a 25 grados, y en invierno, máximas de 20 a 21. Tenemos que modificar nuestra dependencia del petróleo, que es de un 80%, cuando en Europa no llega al 60%, y se deben desarrollar las fuentes alternativas eficientes y rentables.

Está muy bien investigar en productos no contaminantes, aunque no por eso hay que despreciar la energía nuclear porque unos señores llamados verdes lo hayan impuesto al PSOE. Es básico estimular la investigación y venta de coches híbridos, que ensucian mucho menos. También es necesario mejorar la comunicación ferroviaria de España con el resto de Europa, ya que el transporte de mercancías por ferrocarril está infrautilizado. Igualmente, hay que mejorar la sincronización de los semáforos para reducir atascos y consumo, así como limitar la circulación de vehículos privados en las grandes ciudades; para eso es imprescindible un transporte público rápido y económico. En resumen, no es serio, ante el aumento de los precios de los combustibles, tomar una decisión concreta como la de la velocidad. Todos sabemos que la energía procedente de los hidrocarburos se acabará y que el consumo aumentará, pero no en los países desarrollados, sino en los que están en vías de desarrollo, y los precios, haya situaciones de crisis políticas como la actual o no, tienden al alza. Es hora de tomar decisiones de tipo estructural, ver qué futuro tenemos y cómo podemos modificarlo. Pero para eso, claro, hay que ser valientes.

Francisco Insa **

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