Aquí los verdaderos héroes han sido las personas en contacto con el virus, los que han estado en primera línea y por tanto, han sufrido bajas. Los demás nos hemos limitado a cumplir con nuestro trabajo. Y cumplir con el trabajo no es ninguna heroicidad ni tiene ningún mérito. Otra cosa es cómo nos hayamos visto obligados a realizar esta labor, con qué medios, de qué manera, con qué instrucciones de nuestras autoridades.

En mi caso, como docente, igual que mis compañeros, con mis propios medios, aprendiendo cómo hacerlo al mismo tiempo que lo enseñaba, y tratando de no parecer una desquiciada que tan pronto decía una cosa como hacía otra, lo que solo he podido conseguir a fuerza de no tratar de entender lo que las autoridades educativas nos pedían que hiciéramos. Yo puedo comprender que situaciones difíciles y desconocidas exigen soluciones con esos mismos adjetivos, pero no que se nos diga lo contrario de lo que hemos estado cumpliendo. El objetivo siempre ha sido que todos los alumnos aprueben y obtengan un título, pero con su esfuerzo y trabajo, no como un regalo. En cambio, ahora se va en contra de una calidad con la que siempre se han llenado la boca.

Puedo pensar que se busca el interés de los alumnos y que no pierdan el curso, pero el título y la promoción como norma general, y dar por válidas tareas recién sacadas de internet o del profesor particular o de los padres, va en contra de su formación, a no ser que aquí la formación no interese y solo se busquen los porcentajes. Además, por si fuera poco, cuando no está claro cómo será septiembre, nuestras autoridades siguen sin aprender nada. Proponen suprimir más de quinientas plazas, pero hablan de desdoblar grupos, de clases reducidas y de guardar distancias. A mí no me salen las cuentas, y a ellos, tampoco, pero tiran hacia adelante, como ahora, demostrando lo poco que importa la educación a los gobiernos de uno y otro signo.

Sus instrucciones confusas, sus sí pero no, su manga ancha y su todo vale han convertido este final de curso en una locura. Y el principio del que viene se adivina igual.

Mientras, nos callamos, y seguimos trabajando, cumpliendo nuestra obligación sin más criterio que el de la experiencia, y sin más valoración que la de algunos alumnos y algunos padres, lo que no deja de ser un consuelo en estos días de instrucciones que apenas instruyen y lindes interminables.

*Profesora y escritora.