Diversos medios de comunicación anglosajones (tanto solventes como representantes de la prensa amarilla) se han hecho eco de la campaña publicitaria que, con motivo de los Juegos Olímpicos, la selección española de baloncesto realizó en su día para la empresa Seur. En ella, los jugadores imitaban con humor los rasgos orientales con el típico gesto de los dedos que intentan rasgar los ojos. Visto sin ningún tipo de apriorismo, y sin prejuicios, el anuncio es incluso simpático y, en honor a la verdad, en nada insultante o vejatorio. Quizá se le pueda calificar de ingenuo o infantil, pero en absoluto de racista.

Sin embargo, la polémica ha saltado, y la foto ha sido percibida, principalmente en la Gran Bretaña y Estados Unidos, como una falta de respeto para con la comunidad asiática. Los propios interesados --nuestros baloncestistas-- han quitado hierro al asunto y han pedido excusas, pensando también, como es lógico, en su futuro profesional y en las repercusiones que la noticia podría llegar a tener en el entorno de la NBA.

Cualquier toma de posición contra el racismo es democráticamente estimulante y pedagógica. Es muy pesada la losa histórica sobre este tema y es necesario, siempre, estar alerta. Pero en el asunto que nos ocupa da la sensación de un exceso de celo del todo injustificado. Una exageración sin base que, poniendo en práctica hasta el paroxismo la cultura de lo políticamente correcto, roza el sinsentido y soslaya el hecho de que en China, presuntamente ofendida, nadie ha encontrado motivo para quejarse. En un mundo con tantas injusticias y violaciones de los derechos humanos, sería mejor fijarse en lo esencial y no en estas absurdas serpientes de verano.