En mi pueblo, Almendralejo, hay un pequeño y modesto club de baloncesto, donde juegan todos los fines de semana niñas y niños en equipos femeninos y masculinos (anteriormente también mixtos) en categorías infantil y cadete. Los ambiciosos objetivos de este equipo fueron puestos sobre la mesa por su entrenador y fundador desde el mismo día en que nació este ejemplar proyecto deportivo. Ganar a cualquier precio y/o jugar con el resultado son futesas amigo mio, cosas sin importancia. Esas cuestiones tan prosaicas no forman parte de su ideario deportivo, por fortuna. Las señas de identidad de este conjunto no son negociables: la formación deportiva y en valores, la prioritaria búsqueda del buen juego (del juego bonito, se entiende) y la irrenunciable apuesta por la diversión.

Desconozco por completo el número exacto de partidos que han ganado, si es que han ganado alguno, pero lo cierto es que no me preocupa demasiado. Cuando entrenan y juegan esos niños y niñas puedo ver en sus ojos y en sus rostros alegría e ilusión, afán de superación y unas enormes ganas de reproducir en la pista las espectaculares jugadas que realizan sus ídolos. Evidentemente no soy neutral (en realidad nadie lo es), mi hijo pequeño forma parte de este equipo, el BTB. Esta carta no es más que el intento de rendir homenaje a una persona que lleva toda una vida dedicada al baloncesto, deporte al que tanto ha dado. Se trata del fundador y entrenador del Club Baloncesto Tierra de Barros y mi amigo de toda la vida, Manuel Castillo Puerto. Gracias Lolo.