TYta sé que últimamente soy muy reiterativo hablando de arqueología. Alguien tiene que hacerlo sabiendo lo que dice. Porque, me vuelve a dar la sensación de que hay muchos silencios sospechosos.

Hace muy pocos años se organizó un gran escándalo a costa de la muralla abaluartada, mal llamada Vauban. La cosa vino porque a alguien, quizás con buen criterio, se le ocurrió hacer un aparcamiento en el baluarte de Santiago, donde está el monumento al general Menacho, y, con un estudio arqueológico insuficiente, o sin él, se toparon con un cementerio musulmán. Gran alboroto. Dimes y diretes. Yo no sabía. Yo no quería. No se preocupen. Se va a documentar. Excavación. Un par de charletas a cargo del arqueólogo director y solucionado. Ni estudio serio, ni análisis de restos, que era con mucho lo más interesante, a pesar del cacareo. Esperemos leer alguna vez el informe técnico de los trabajos, aunque soy pesimista. ¿Dónde están esos restos? ¿Están, por lo menos, en Badajoz?

Cuál ha sido el resultado de tanto lío. ¿Científico? Estoy seguro de que no. Para qué tanto escándalo si al final el trabajo, la inversión, no han tenido resultado científico salvo el de saber que los musulmanes de Badajoz se morían y, al parecer, se enterraban por esa zona.

A eso le llaman arqueología, pero es mentira. En el mejor de los casos es mero documentalismo. En el mejor de los casos. O sea. No se ha preservado el patrimonio de Badajoz, porque sólo se ha excavado, de aquella manera, pero no se ha estudiado lo descubierto. Que no nos engañen. ¿Quién debe responder de eso? A buen seguro, no los promotores del proyecto. Pagaron la excavación y la Ley no les obliga a más. Aquel desastre sólo tuvo un efecto positivo: la excavación del baluarte de San Roque, el de la plaza de Toros Vieja. Es una historia curiosa, cuando menos, que voy a contarles. Porque, ya que no la cuenta nadie, la contaré yo.

*Antropólogo