La gente está muy harta. El ciudadano de a pie se siente estafado y con razón. Se tiene la sensación de que una elite de banqueros que influyen de forma decisiva sobre los políticos ha secuestrado en su beneficio los resortes del Estado. Los indignados que ocuparon nuestras ciudades hace tres meses dieron en la diana al denunciar una situación inaceptable, pero no encuentran la fórmula para cambiar la situación. Posiblemente porque la cosa tiene muy difícil remedio.

Las cosas han llegado demasiado lejos como se demuestra por el hecho de que casi todos los altos directivos de las cajas y bancos se han blindado con sueldos y pensiones inasumibles y no se sienten culpables. Al comportarse así no han hecho más que copiar una moda que empezó en Estados Unidos hace veinte años, y se extendió enseguida por el mundo de influencia anglosajona.

Pero incluso en Estados Unidos empieza a haber un movimiento contra el capitalismo financiero. La contundencia con que la policía ha detenido a cientos de manifestaciones son prueba del nerviosismo con que la elite político financiera contempla el movimiento que se propone ocupar Wall Street, la sede del capitalismo mundial.

Se suponía que los directivos de la banca cobraban retribuciones colosales porque aportaban riqueza a los accionistas (que no a los empleados) de las entidades que dirigían. Poco importaba que los beneficios se obtuvieran mediante despidos masivos, o engañosos mecanismos condenados al fracaso.

XEN EL ALTARx del beneficio se ha sacrificado el empleo y la cohesión social. Por el camino ha quedado también el trato humano y directo y la responsabilidad hacia la sociedad en que funciona la banca. Los grandes perjudicados son los millones de personas que han perdido sus casas, sus empleos y casi toda esperanza de una vida feliz.

Los intereses de los financieros no suelen coincidir con los intereses de los ciudadanos. La gente trabajadora ha desconfiado siempre de financieros e intermediarios. Hace ya siglos que se acuñó el refrán que dice: Más vale onza de trato que arroba de trabajo . El beneficio nunca ha sido para el trabajador, se lo lleva el intermediario. Los financieros modernos han llevado la mediación a extremos demenciales, creando instrumentos complicados sin otro propósito que aumentar sus ingresos.

Un ejemplo de ellos son los famosos swaps que supuestamente protegían a los hipotecados contra las subidas de tipos. Poca gente sabía que esa protección se tornaba en costoso gravamen si los tipos bajaban. El resultado es que hay cientos de pleitos en los tribunales, muchos de los cuales se fallan contra los bancos por la sencilla razón de que ocultaron la realidad del producto que vendían a los clientes.

La gente sencilla siempre ha recelado de los banqueros. En el programa electoral de los nazis figuraba la prohibición de hipotecar las explotaciones agrarias. La medida fue popular, se impidió de esa manera que los agricultores pudieran perder sus tierras a manos de los prestamistas.

Claro que Alemania es un país especial. Allí se ha puesto coto a los abusos del capitalismo financiero. La ley exige que los representantes obreros se sienten en los consejos de dirección, y eso facilita que se sientan responsables a la hora de tomar medidas excepcionales.

En España los empresarios se sienten maltratados por la banca, sobre todo en estos tiempos difíciles. El sector de la construcción ha pagado caro el haberse echado en manos de los bancos, confiados en que aquella financiación abundante y barata iba a ser perpetua.

Parece claro que las entidades financieras han actuado con tal ambición, y torpeza que en muchos casos se les puede imputar a sus directivos responsabilidades penales. ¿Cómo puede tolerarse que se concedan a sí mismos salarios e indemnizaciones de escándalo después de haber dejado en la ruina a entidades financieras que han de ser rescatadas con dinero público?

Casi cada semana salta la noticia de que uno u otro país tiene que intervenir para evitar la quiebra de un banco. Esa es la prueba de que ha habido colusión entre la banca y el poder político que tenía que supervisarla. Por eso está la gente harta, y por eso salen a la calle porque está claro que la solución no va a venir desde dentro del propio sistema. jesusbueno@reicaz.com