Desde hace quince años no decrecía la economía española, y desde el Plan de Estabilización de 1959 no decrecía tanto: el 1,6%. Eso quiere decir que los dos motores del crecimiento, inversión y consumo, están parados. Es la primera de las tres malas noticias que nos acaba de dar el Gobierno.

La segunda es que el déficit público (la diferencia entre lo ingresado y lo gastado por el Estado) se encamina hacia la peligrosísima tasa del 6%, con un pesimista y expreso reconocimiento por parte del vicepresidente del Gobierno, Pedro Solbes . Ha venido a decir que ya hemos agotado prácticamente toda nuestra capacidad de maniobra en cuanto al uso del dinero público como resorte contra la crisis.

Dejo para el final la tercera y la peor de las noticias, por ser precursora de un drama social. El paro, naturalmente. Vamos cuesta abajo. A finales de año, una desalentadora cifra muy próxima a los cuatro millones de parados, equivalente a una tasa del 15,9%. Por desgracia, el optimismo incurable de Zapatero no ha servido para crear puestos de trabajo.

Las cosas parecen haber cambiado desde que el Gobierno decidió revisar el viernes pasado sus previsiones presupuestarias. El discurso oficial sobre la crisis y el modo de afrontarla ha experimentado un repentino baño de realismo. En boca de Solbes, que dio la cara tras el Consejo de Ministros, han desaparecido los paños calientes, el camuflaje semántico.

"El escenario que contemplamos para los próximos meses es de un crecimiento debilitado, pero no de un estancamiento duradero y, menos aún, de una etapa de recesión", decía hace seis meses Zapatero. Pero la recesión ya es un hecho. Había que contárselo a los españoles con toda crudeza y la china le tocó a Solbes.

El Gobierno descubre ahora que es más rentable decir la verdad y anunciar tiempos duros, como ha hecho Obama con los americanos, poniéndose en lo peor y anunciando sacrificios. Además Zapatero s ha dado cuenta de que Rajoy no capitaliza la crisis. Es la clave del inesperado ataque de realismo en Moncloa.