Si se computaran sus activos a los precios de mercado, buena parte de los bancos y de las cajas de ahorros españoles tendrían que declararse en quiebra: en sus cuentas figuran cantidades astronómicas de suelo que hoy vale casi nada, de hipotecas de cobro más que improbable (se sospecha que el monto de créditos tóxicos, 170.000 millones de euros, que afirma el Banco de España, sea solo una parte de los mismos) y también de títulos de deuda pública española que valen menos de lo que se pagó por ellos y que puede que no se cobren en su totalidad. Esa realidad es uno de los motivos principales de la crisis actual y ha colocado a la economía española al borde del colapso.

La gestión de los directivos de las entidades financieras durante los años de bonanza y desde que empezó la crisis, hasta hoy mismo, es la responsable principal de ese desaguisado. Por codicia irracional, por su ridículo convencimiento de que habían encontrado la fórmula de crecer sin fin y sin contrapartidas, o bien por incompetencia manifiesta o por la seguridad irresponsable en que, hicieran lo que hicieran, alguien, es decir, el Estado, les sacaría las castañas del fuego, nuestros banqueros han dejado el futuro del país a los pies de los caballos.

Sin embargo, el poder político los sigue tratando como los más respetables señores de la economía. En los siete años largos de Gobierno socialista ningún ministro, y menos su presidente, han osado criticar la actuación de la banca y de sus dirigentes, sus ingresos fabulosos y crecientes a pesar de la crisis, o sus problemas con la justicia. Y la oposición se ha guardado muy mucho de hacerlo.

XEN LOS DEBATESx parlamentarios sobre la crisis económica, el papel de la banca en la misma ha estado totalmente ausente. Los aislados y más bien retóricos intentos de los partidos minoritarios de izquierda de plantear el asunto nunca han tenido eco. Como mucho, algún representante de las fuerzas mayoritarias ha dicho que "todos" somos responsables de lo ocurrido "por haber vivido por encima de nuestras posibilidades", repitiendo exactamente el mensaje que los poderosos servicios de comunicación de la banca han querido inculcar a la población.

Con éxito notable, por cierto. No pocos tertulianos lo proclaman sin recato. Y hay muchos españoles que creen de verdad que la culpa es de la gente. Primero la engañaron diciéndole que no pasaba nada por contraer créditos que estaban por encima de sus posibilidades. Ningún político la advirtió del riesgo que corría. Y ahora la acusan de habérselo creído.

Tratar de que nadie hable de sus entidades o de sus jefes ha sido desde siempre la tarea principal de los responsables de comunicación de la banca. La generosa política de concesión de créditos a los partidos políticos y la inversión publicitaria en los medios han sido instrumentos importantes de la misma. Pero desde que estalló la crisis, y sin renunciar a esa estrategia, los banqueros han dado un salto cualitativo: el de convertirse, a la luz pública, en actores principales y decisorios de la política económica española.

Emilio Botín , presidente del Santander, y Francisco González , su homólogo del BBVA, llevan ya años saliendo a la palestra para decirle al Gobierno y a la oposición lo que tienen que hacer. Las infaustas reuniones que José Luis Rodríguez Zapatero celebró con ellos en la Moncloa fueron la expresión exterior máxima de esa influencia. Pero, en cambio, nunca han reconocido siquiera una mínima parte de culpa por lo que está ocurriendo.

Mientras tanto, las cuentas de la banca no han dejado de ir a peor. Pero de eso no se ha hablado. Desde el Gobierno y desde la oposición se ha ocultado que el castigo que estaba sufriendo la prima de riesgo española se debía en gran medida al extraordinario endeudamiento de la banca, a las dudas sobre sus créditos al ladrillo. O que las instituciones financieras españolas eran parte destacada de la legión de los denostados especuladores que jugaban contra nuestra deuda.

Ahora todo eso está saliendo a la luz. Porque Bruselas y la City de Londres no han tenido más remedio que contarlo cuando la hipótesis de una suspensión parcial de pagos de España está encima de la mesa. Aunque ahora el plan aprobado el 23 de octubre en Bruselas esté en el aire, hay que recordar que una de las pocas concreciones del mismo fue la decisión de ordenar la recapitalización de la banca. A las entidades españolas les tocará poner encima de la mesa 26.000 millones de euros, más de la cuarta parte del total previsto. En un primer momento, nuestros banqueros denunciaron que eran víctimas de una injusticia. Luego han aceptado el veredicto. Posiblemente porque, si seguían protestando, alguien desde Europa les podría decir que sus necesidades de capital son mayores. Y ha dejado de hablarse del asunto. Otras son las urgencias. Pero esa losa está ahí. Y Mariano Rajoy tendrá que hacer algo al respecto. ¿Superará el líder del PP el temor reverencial que los políticos tienen a la banca? Su programa no dice nada de eso.