WAw l presentar las líneas maestras del primer presupuesto de su mandato, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha dado carta de naturaleza a su particular ´new deal´ para acudir al rescate de la clase media, sanear el sistema financiero y confiar al Estado la recuperación del pulso de la economía. Una operación que tiene, como era de prever, un precio inusitado y excepcional para un país con la cultura económica de ese: acumular un déficit de 1,38 billones de euros este año --12,3% del PIB-- y algo menos de un billón el próximo, las cifras más elevadas desde el final de la segunda guerra mundial.

La cerrada oposición de los republicanos a sumar su apoyo al programa de choque de Obama, debido a su clara inspiración neokeynesiana, parece haber liberado al presidente de la contención a la que le obligaba su hasta ahora cuidado proyecto bipartidista. La traducción de la "hora de la verdad" a la que aludió en su discurso ante las dos cámaras del Congreso se fundamenta en la inversión en sanidad, educación y nuevas energías, la reducción del gasto militar, una partida de 196.850 millones de euros destinados a acudir en ayuda de los bancos si se registran nuevos episodios de falta de liquidez, recortes fiscales para la clase media y más presión sobre las rentas más altas. Pero este programa tampoco concita el apoyo de todo el Partido Demócrata y no tranquiliza a los mercados, afectos a la ducha escocesa, que tiene desorientados a los ahorradores e impide hacer previsiones a medio plazo.

La promesa de Obama de que habrá reducido el déficit a la mitad al final de su primer mandato, hasta dejarlo en el 3% del PIB, tampoco es una enorme garantía para inclinar la voluntad de los más reacios a depositar en las finanzas públicas el peso de la mayor parte de la responsabilidad en el camino de vuelta a la prosperidad. Al contrario, su proyecto de fiar una parte importante de la reducción del gasto a la retirada de Irak y a la anulación de programas de armamentos innecesarios ataca las convicciones más profundas de los conservadores, cuyo histórico santo y seña nuclea sobre la combinación de tres elementos: la diplomacia armada, la contracción del Estado y la confianza ciega en la iniciativa privada.

Para los depositarios del legado neocon, todavía reacios a claudicar ante los acontecimientos económicos y la deserción de algunos de sus más conspicuos discípulos como el propio expresidente Bush, el proyecto de Obama es intervencionista e irremediablemente ineficaz. Este es el sentido de su oposición al presupuesto y la base de la batalla política desencadenada por los republicanos a pesar de que el presidente conserva intacta su popularidad, su equipo apenas se resiente de la crisis de los nombramientos y algunos augures vislumbran síntomas de recuperación para finales de año.