Sorprendente. Apasionante. De los dos caldos, una taza. Todos los partidos de la Asamblea, la nuestra, la extremeña, han aprobado elevar al Gobierno de España la petición de aplicar el artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Excepto Podemos. Que Podemos siga al margen de la defensa de la unidad de España no sorprende a nadie. Lo que extraña en grado sumo es que el PSOE extremeño vote a favor de un texto cuyo único fin es sacarle los colores a Pedro Sánchez. Esa es la cábala a resolver. Y, a partir de aquí, las opiniones.

¿Por qué Vara vota sonrojar a Sánchez? Puestos a buscar explicaciones pudiera ser que los socialistas no se hubieran leído el texto de la propuesta presentada el pasado siete de diciembre por el Grupo Popular. Siendo misericordes pudiéramos invocar los turrones, las uvas y los reyes para justificar que ningún socialista estuviera de guardia para leerse los seis folios de marras. A ustedes, gentiles lectores, dejo el juzgar si tal cosa pudiera ser. Pero si ustedes, como yo, consideran absurda tal explicación, solo cabe pensar que aprobaron el texto a sabiendas y que, para ello, había algún motivo, ciertamente inconfesable.

Los seis folios son demoledores. Piden, mejor dicho, exigen la aplicación del artículo 155, sin demora y sin ñoñeces. Exigen que se intervenga la televisión pública catalana, que se repongan los símbolos nacionales, que se intervenga la educación para evitar el adoctrinamiento en las aulas, que se garantice la defensa del español y otras medidas que bien pudieran haber salido de la pluma de Vox más que de la del PP. Y el PSOE votó a favor. Y no vale la excusa de que se trataba de una trampa del PP para que el PSOE, votando en contra, se alineara, a cuatro meses de las elecciones, con los enemigos de España. No vale.

El PSOE, en mi opinión, ha hecho de la trampa virtud. Ha lanzado un mensaje, claro y rotundo, pero sobre todo público, a Moncloa. Cuando el asunto ha trascendido a los medios nacionales, como no podía ser de otra manera, y, por cierto, más que a los regionales, Fernández Vara le ha puesto a la herida una tirita en forma digital. Que sí, pero no; que si un pasito adelante, pero otro atrás; que dijimos, pero en realidad queríamos decir lo contrario. Amedrentado o no, lo hecho, hecho está. Y el mensaje enviado y recibido.

Guillermo le ha visto pelar las barbas a Susana, su antigua dómine. Pedro ha dejado tirados a los barones ante las urnas de mayo; ha preferido salvarse él a salvar al partido. Hace un año el socialismo extremeño parecía tener asegurada la mayoría para otros cuatro años de poder. Ahora no. Ahora los cielos amenazan tormenta. Ahora hay partido. Monago, que hace unos meses parecía estar desahuciado, se ha encontrado con que un antiguo conmilitón, el defenestrado Morales, ha vuelto al reino de los vivos y de momia andante ha pasado a fiel de la balanza. Y con ello, con la posibilidad de desalojar de nuevo al socialismo de la casa del río, se han levantado los miedos entre los que pisan moqueta.

Si Vara pierde (aún ganando), hecho harto probable, Sánchez se tomará pronta venganza de lo de Ferraz. Sánchez morirá matando. Entre sus víctimas estará también el propio PSOE. Como en esas escenas de Sam Peckinpah, aquí va a morir hasta el apuntador. Hace bien Vara en marcar las distancias. De Madrid solo le van a llegar cornadas (la del tren bumerán incluida). De hecho, era el único de los barones regionales con mando en plaza que no había piado. Acercarse a Vox, al menos en el asunto catalán, y aunque sea de manera vergonzante, parece buena conseja si quiere que medio le voten.