Que todos los políticos, gentes de estado y grandes empresarios que dirigen importantes empresas de nuestro país, tienen asignados asesores a su servicio es algo que todos sabemos de sobra. Y que algunos de esos asesores son bastantes deficientes, y dejan mucho que desear en sus asesoramientos, también lo sabemos, o nos lo podemos, al menos, imaginar.

Aquel asesor que, cobrando un sueldo de ésos que tiran para atrás, asesoró al rey emérito ahora, D. Juan Carlos de Borbón, cuando era el rey Juan Carlos I entonces, y le dijo que pidiera perdón, con cara de niño bueno ante las cámaras de televisión, después de haber hecho un intento de cazar elefantes en plena sabana africana, metió la pata profundamente, y debieron haberle retirado la paga, no de un mes, sino el sueldo de un año entero por semejante asesoramiento a su Majestad. De igual manera, debería, ahora, el rey Felipe VI, revisar el regimiento de asesores que tiene, y hacer una buena criba para seleccionar a los que, verdaderamente, merezca la pena tener de asesores personales, y se ganen dignamente su sueldo.

Ya está tardando en despedir a aquellos que, al oído, le dicen que siga, a pie juntillas, las directrices que le dicta el gobierno de turno, sin atender a su opinión o criterio propio. Hasta la fecha, el rey Felipe VI ha dado ya muestras de ser una buena persona y un digno jefe de Estado, y debería haber sido un poco más enérgico a la hora de exigir al gobierno y a gran parte de la opinión pública un poco de respeto hacia la persona de su padre, que parece haber sido, por algunos, condenado, sin haber sido siquiera acusado ni juzgado.

Las personas que adquieren grandes responsabilidades van siempre acompañadas de luces y también de sombras. Ahora, el cielo del rey emérito aparece, sin duda, muy nublado y más que oculto por terribles sombras y nubarrones. Sombras que tienen que ser aclaradas por la justicia dentro del país al que pertenece, y del que ostenta ahora la jefatura del Estado su hijo Felipe. Al exigir el rey que su padre se marche de España, vuelve a estar mal asesorado, de nuevo, por el personal que se arracima a su alrededor, sembrando la duda, no solamente en la figura de la persona que ostentó en su momento la jefatura del Estado, sino en la propia institución que la sustenta.

Deberían asesorarle, sin embargo, e informarle de que hay buitres de ceño torvo que comienzan a afilar sus picos curvos en las enormes piedras de Montserrat y en las estribaciones de la sierra de Guadarrama, y que otean, con vista privilegiada, escudriñando cualquier signo de debilidad que emane de las inmediaciones de la Zarzuela, para asestar su certero picotazo en el momento más idóneo, más oportuno, y más inesperado.

No estaría mal que los buenos asesores pusieran en alerta al rey para que, antes de tomar decisiones importantes que afectan a su padre y a la Monarquía, le recordaran, por si acaso, aquel refrán español, tan sabio como todos, que dice: «Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar». H