En Austria y en Francia ha habido grandes manifestaciones contra la intención de sus gobiernos de recortar el sistema público de pensiones, vigente en estos países desde el final de la guerra mundial. La protesta ha tenido un seguimiento inusitado. Las razones de los gobernantes son que la evolución demográfica --común para toda la UE-- indica el aumento de la esperanza de vida y la caída de natalidad. Combinado con el derecho a jubilarse antes de cumplir 60 años, la proyección matemática de esos datos advierte de un riesgo de colapso a medio plazo.

Si comparamos el modelo español con los que suscitan estas protestas aún es peor, porque hace menos tiempo que cotizamos en comparación con el resto de la UE más rica, y además tenemos más longevidad y menos nacimientos que ellos. No obstante, los millones de manifestantes franceses y austriacos contra la reforma de sus pensiones --como hace unos meses lo hicieron los italianos-- no iban contra las estadísticas sino contra la manera en que sus gobiernos, todos ellos de signo conservador, pretenden afrontarlas. Quieren eliminar el diálogo, que en el caso español son los Pactos de Toledo de 1995. Eso explica tantas movilizaciones.