Diecinueve años después de que ganara la primera Copa de Europa en Wembley, el FC Barcelona conquistó la noche del sábado la cuarta en el mismo renovado escenario con una exhibición ante todo el mundo. Fue una final enorme, con un Barça enorme, ante un rival que es un gran equipo, pero impotente de reaccionar ante la avalancha de fútbol que se le venía encima. Como ocurrió hace dos años en Roma, el Manchester United únicamente controló el partido en los primeros 10 minutos. A partir de ahí, fue el rondo perpetuo, la combinación constante, el tiqui-taca ininterrumpido, las paredes inverosímiles, la profundidad ante el marco contrario y las ocasiones de gol repetidas. Nada menos que 19 tiros (12 a puerta) se le contabilizaron al Barça, cuyos tres delanteros, Messi, Villa y Pedro (el MVP), se repartieron los goles. Pero, como tantas veces, el más decisivo fue el segundo, obra de Messi, que fue elegido mejor jugador. Guardiola había dicho al ofrecer la Liga a la afición que les debían una Champions, la que el año pasado fue imposible ganar. Pues bien, esa Champions ya está en Barcelona. Guardiola había dicho también que era el día para demostrar lo que el Barça es. Pues bien, eso quedó también evidente en el maravilloso escenario de Wembley: que el Barça es ahora el mejor equipo del mundo. También es digno de destacar el detalle de que Abidal jugara todo el partido y recibiera el primero la Copa, una decisión que demuestra el compañerismo que reina en el vestuario azulgrana.