Barcelona está sufriendo las consecuencias de que no tengan servicio líneas de ferrocarril, las de Cercanías, que son vitales para la movilidad de decenas de miles de personas. Se trata de un extraordinario trastorno que se resume en sacrificio y en horas perdidas para llegar a sus puestos de trabajo y, de vuelta, a sus casas Un tiempo y un contratiempo que nadie les reparará.

A esta situación se ha llegado porque las administraciones no han sabido prever que las obras del AVE acabarían por dañar de forma insostenible la red de Cercanías. Si esa previsión se hubiera hecho, las alternativas habrían sido mejor planificadas, el público estaría mejor informado y habría más calidad en el servicio que voluntariosamente presta la flota de autobuses de emergencia contratada para la ocasión y constituida por vehículos que han llegado a la Ciudad Condal procedentes de muchas zonas de España.

Así las cosas, la sociedad demanda a los responsables políticos y técnicos no que el AVE llegue en la fecha prevista, el 21 de diciembre, que ya parece imposible, sino, al menos, que la alternativa a los trenes de Cercanías sea eficaz. Y que se haga con todas las garantías de seguridad.