"Hoy no toca hablar de Bárcenas", espeta Rajoy cada vez que le preguntan por el tesorero del partido que preside. Ni ayer, ni hoy, ni mañana. Para el aspirante a presidente del Gobierno nunca toca hablar de los supuestos casos de corrupción protagonizados por miembros de su partido. Toca hablar cuando se trata de demonizar cacerías organizadas por alguno de los suyos y a las que acuden invitados el magistrado protagonista de sus pesadillas y el ex ministro de Justicia, toca callar si un miembro del CGPJ y un presidente autonómico se reúnen en secreto en el despacho de éste último. Toca criticar el uso que se hace del avión presidencial, toca olvidar el que se hacía cuando el presidente era otro. Toca pedir dimisiones por casos de gripe A en un cuartel, toca abstenerse si éstos se producen en varios colegios madrileños.

¿A qué ciudadano normal y de bien le interesa saber de dónde sale el patrimonio del tesorero del PP, cómo se adjudican los contratos en Valencia, o si el dinero de todos se utiliza para sufragar el espionaje de partido mientras se privatizan la sanidad y la educación madrileñas? La frase "es más interesante hablar de tenis que de Bárcenas o de Camps" podría servir de respuesta a esa pregunta. Esta es la España de la derecha, la España del escándalo si los protagonistas son los otros pero "no interesa a nadie" si lo protagonizan los míos, la España que propone despenalizar un delito para que su supuesto autor no sufra. Me pregunto qué tendrán que esconder aquellos que, con su silencio partidista, su mirar hacia otro lado, sus ataques personales a quienes investigan los hechos o sus ocurrencias legales a la carta, dan rienda suelta a su incontenible verborrea cuando deberían taparse la boca, aquellos que guardan un escandaloso silencio cuando pedimos explicaciones.

Alberto Ríos **

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