TEtn la magnífica serie española Crematorio (Jorge Sánchez Cabezudo , 2010), Rubén Bertomeu (excelente José Sancho ), un constructor que ha levantado un emporio basado en la corrupción, acorralado ya por los problemas personales y legales, responde a la indignación de su hija con las siguientes lúcidas palabras: "Tú has comido del mismo plato, y nunca te ha preocupado lo sucia que quedaba la cocina. Has aceptado mis regalos, los cheques de Navidad, esta casa... nunca me tiraste nada en cara".

Se trata de una bella escena que revela un punto de humanidad en un personaje tan despreciable como Bertomeu y, sobre todo, que deja al descubierto la base última de la corrupción: la tolerancia social. El corrupto no vive aislado en una burbuja, sino que forma parte de un cuerpo social: tiene familia, amigos, trabajo y normalmente más relaciones sociales que la media; un alto porcentaje de todas las personas que pertenecen a esos círculos conocen el desarrollo de la actividad ilícita y/o se benefician directa o indirectamente de ella.

Lo bueno de las ficciones es que se puede jugar con ideas audaces sin riesgo real. Pero en la vida ocurren cosas parecidas a las que pasan en la ficción. Cuando nos enfrentamos a un relato, y esto se encuentra ampliamente estudiado, solemos necesitar un héroe y un villano. A Luis Bárcenas le ha tocado ser el villano de esta historia llamada "un país en crisis"; el héroe está por llegar. Casi todo lo que sabemos de Bárcenas resulta censurable, y no hay modo alguno ni de justificarlo ni de mitigar el desprecio que nos produce, y por supuesto que debe pagar el precio más alto posible por los delitos que haya cometido.

Pero, ¿y los demás? Todas esas personas que supuestamente recibieron sobres llenos de dinero durante meses o años, los familiares y amigos de todas esas personas que también sabían y/o se beneficiaban de ello; todos esos dirigentes y militantes políticos conocedores de la situación y por tanto supuestos colaboradores necesarios, cómplices o encubridores; todos los que supuestamente donaban dinero sucio a cambio de favores sucios; todos esos círculos cercanos a Bárcenas que, como en el caso de Crematorio, comieron del mismo plato y nunca se preocuparon por lo sucia que quedaba la cocina.

XLA CUESTION,x por tanto, no es solo si Bárcenas es un corrupto, algo que confiemos diluciden los jueces diligentemente. La cuestión es cuántos corruptos ha habido y hay alrededor de Bárcenas que quedarán sin castigo, ni jurídico ni social. La cuestión es cuántos Bárcenas hay y cuántos corruptos alrededor de esos Bárcenas. Se trata de cuántas corrupciones y corruptelas existen, de cuántos tipos de corrupción; de cómo somos capaces de aprovecharnos de ellas o de mirar para otro lado.

Los personajes que rodean a Rubén Bertomeu en Crematorio acaban por aparecer a nuestros ojos como más despreciables que el propio Bertomeu: son moralmente tan corruptos como él, pero además no arriesgan nada en el empeño, no se manchan las manos, son unos cobardes. El relato del villano Bárcenas está aún por clausurar, pero va por el mismo camino: comenzó siendo para sus compañeros de partido un trabajador intachable y ahora ya es un delincuente. Es el espejo de lo miserables que podemos llegar a ser.

Por todo ello, Bárcenas es solo el síntoma, uno de los muchos. Vivimos en una sociedad enferma pero no tenemos el coraje de enfrentarnos a ello; no queremos mirarnos al espejo, a nuestros ojos y a los ojos de los otros para comprender qué es lo que nos está pasando. Atacamos los síntomas con una pildorita de vez en cuando, incluso con alguna revisión médica profunda, pero necesitamos una intervención quirúrgica de calado que nos da pánico. Casi todos sabemos que la necesitamos, pero pocos se atreven a asumirlo y menos aún a decirlo. Es el silencio de quien sabe que la basura está escondida debajo de la alfombra, y que mientras no sea vea es como si no existiera. El terrible silencio que ampara la corrupción.

Así que sí, exijamos el máximo castigo para el villano Bárcenas, que seguramente lo merece. Pero mirémonos también en el espejo, y miremos a nuestros familiares y amigos, y a nuestros conocidos. Quizá usted tenga un Bárcenas cerca. Puede que incluso duerma a su lado. Es posible que no se haya dado cuenta, pero también es posible que sí, que lo intuya pero prefiera seguir recibiendo esos regalos. Pero si comen del mismo plato y no le preocupa cuánto de sucia está la cocina, cuando su Bárcenas acabe en la cárcel usted será tan Bárcenas como él. Intentemos que no nos ocurra, intentemos una sociedad decente. Podemos no lograrlo, porque el ser humano es débil, pero entonces comportémonos como personas mayores y asumamos las responsabilidades que nos tocan: tengamos un último gesto de dignidad con nuestros conciudadanos.