La Consejería de Fomento invirtió el año pasado 18 millones en el programa ´Barrios para la convivencia regional´, destinado a mejorar las infraestructuras de cuatro enclaves que sufren una fuerte degradación: Aldea Moret en Cáceres, Los Colorines en Badajoz, San Lázaro en Mérida y La Data en Plasencia. Los cuatro son ´puntos negros´ en cada una de las ciudades porque sus señas de identidad son el desempleo, la marginalidad de muchos de sus habitantes, la delincuencia...

Está muy bien que la Administración regional invierta en ellos y les dote de mejores servicios básicos, pero hacen falta más que inversiones en infraestructuras para que estas barriadas alcancen la misma dignidad que cualquier otra. Cuántas veces se habrá visto ya que el arreglo de casas deterioradas, la reposición del mobiliario urbano destrozado o el remozamiento de los parques no ha sido más que pan para hoy y hambre para mañana. Por muy convenientes que estas medidas sean, los habitantes de estos barrios necesitan confianza en un futuro mejor, posibilidades de promoción social y laboral. Y también que la mirada hacia ellos del resto de la ciudad en la que están cambie de sentido y dejen de ser percibidos como guetos.