La generosidad pedida por Kofi Annan a los participantes en la Conferencia de Donantes para la reconstrucción de Irak cayó en saco roto. Los congregados en Madrid acabaron sus sesiones en medio de un gran y confuso baile de cifras que enmascaraba la triste y vergonzosa realidad.

Las donaciones propiamente dichas han sido las menos, con escasas excepciones como la de Japón. Por el contrario, las cifras manejadas estaban hechas de préstamos, líneas de crédito o créditos a la exportación. Incluso hubo quien, como Kuwait, sumaba como donación lo que había desembolsado desde antes de la guerra para acoger a las tropas de EEUU en su territorio y facilitarles combustible.

Irak ya tiene una enorme deuda externa, 10 veces superior a lo conseguido en Madrid, y no puede permitir que quienes le impusieron una mala guerra y una peor posguerra se la multipliquen. Incluso las compañías que quieren hacerse con una parte de lo que un empresario español definió desafortunadamente como "tarta" son reticentes ante la falta de seguridad reinante en Irak. La conferencia no ha sido el éxito esperado por el Gobierno español. Más bien ha sido un gran barullo aritmético.