Desde hace unos años, guiados en mayor o menor medida por el deseo de cuidar el medio ambiente y aprovechar los abundantes desperdicios de una sociedad consumista y derrochadora, muchos ayuntamientos han modificado los procedimientos de recoger la basura, destinando diversos lugares y contenedores, para poder someterla -ya decantada-- a procesos de reciclaje en los que aprovechar todo aquello que aún pueda ser reutilizado; transformado los detritus en nuevos elementos útiles.

Hasta ahora, las basuras reciclables se han circunscrito a: papeles y cartones, latas y embalajes, vidrio y desperdicios orgánicos destinados a hacer compost, que es como se llaman ahora los abonos para fertilizar los campos de cultivo. Se entiende que los objetos metálicos desechables ya hace siglos que se reutilizan como chatarra, y los de madera se pueden emplear como combustible, y no es necesario reciclarlos.

Aún así, yo entiendo que nuestra sociedad actual todavía produce muchas otras basuras, desechos, podredumbres y deyecciones --de muy diverso carácter y materialidad-- que también deberían ser recicladas para bien de todos y para que dejen de contaminar a hombres y ciudadanos en sus formas de ser y pensar. Incluso que dejen de infectar el medio ambiente de la convivencia política, que hoy ya se va convirtiendo en irrespirable.

Empezando por los contratos basura, hipotecas basura, bancos malos y otras deyecciones empresariales y financieras, podríamos clasificar como detritus contaminantes todo lo que derive de las ideologías asfixiantes, doctrinas tendenciosas, mentiras y embustes informativos, etc., aunque estos últimos pueden depositarse en los contenedores de "papeles viejos" con los periódicos y revistas que no han superado en sus artículos las posturas trasnochadas del conservadurismo reaccionario. En este aspecto, tendríamos que utilizar contenedores enormes para la "basura" televisiva, cada vez más copiosa e insidiosa; y, en consecuencia, la más contaminante de las periodísticas.

XCON ESTOx no nos referimos únicamente a la tendenciosidad informativa de los "diarios hablados" --o "telediarios"-- de la información cotidiana, sino a la exagerada manipulación ideológica de los frecuentes debates entre periodistas muy señalados y significados, situados casi siempre en el mismo extremo del paisaje ideológico.

Capítulo aparte merece la "basura" literaria que producen masivamente algunas editoriales --sobre todo las grandes empresas internacionales-- con sus producciones por encargo de enormes y pesados "bestsellers" sobre los temas más variados, en los que ha desaparecido aquella viveza e interés de las antiguas novelas clásicas; la riqueza terminológica y la corrección gramatical, que cultivaban aquellos escritores envidiables de comienzos del siglo XX. Para instalarse frecuentemente en las absurdas vidas de los "famosos", pensadas como publicidad personal, elaboradas por "negros" de escasa capacidad narrativa y promocionadas por campañas de difusión de cualidades y virtudes con las que ninguna de ellas cuentan.

En uno y otro caso: en las interminables sagas noveladas de tres o cuatro tomos --basadas en intrigas muchas veces repetidas, aunque bajo distintos títulos-- o en las reiterativas biografías de políticos y folclóricas, cuyo interés solamente está en su nombre, concurren una serie de elementos desechables, espurios y contaminantes, que deberían ser aislados, remodelados y convertidos en auténticas obras literarias --rectamente redactadas y construidas-- que contribuyan a engrasar y vivificar la mentalidad, la forma de hablar de la gente y la libertad de pensamiento de la ciudadanía.

Como dice sabiamente un conocido escritor, crítico con nuestro mundo actual: "El capitalismo liberal y conservador en el que vivimos ha creado, en su exclusivo beneficio económico, una sociedad derrochadora e hiperconsumista, vacía de ideas y pensamiento, que produce más basura que verdad...". Destacados representantes políticos hay que han planteado este mismo problema desde una visión jurídica y constitucional; para ellos el "Derecho a la Información" es un derecho relativo, parcial y voluntario --cada cual puede escribir lo que quiera y como quiera-- mientras que el "Derecho a la Intimidad" es absoluto y sagrado, y por consiguiente no se puede hablar mal de ellos, bajo amenaza de intervención de los tribunales.