Cuando la tercera ola del tsunami vírico se estaba encrespando, Illa andaba anunciando que dejaría el ministerio para presentarse a las elecciones catalanas. Y ahora que el covid-19 está sacudiendo con una virulencia inusitada a los extremeños, Fernández Vara sigue los pasos del ministro fugitivo y publicita su candidatura a la secretaría general del PSOE de Extremadura. En otras circunstancias, quizá estos dirigentes se habrían cuestionado la oportunidad de sus anuncios. Pero, como en el maremágnum de este presente gelatinoso parece que todo dura menos de un telediario, los que nos pastorean han perdido no ya el oremus, sino hasta el decoro, y se han subido al monte de la poca vergüenza. Huelga decir que no es el momento más indicado para que nuestros gobernantes desatiendan sus obligaciones e inviertan su tiempo en las minucias del politiqueo. Pero a ellos parece que ya todo les da igual. Y como no nos temen ni respetan, y nos creen un rebaño inofensivo que pasta, bala y aguanta el chaparrón sin saltar la cerca, viven tranquilos e indolentes resguardados en los palacios blindados del poder. Además, no les faltan palmeros que les alaben hasta el mal gusto, ni colaboradores que les brinden coartadas para sus extemporáneas proclamaciones.

A Illa, Tezanos, ese cocinero de datos que le sirve encuestas a la carta al señorito de La Moncloa, ya le ha proclamado virtual ganador de los comicios catalanes. Y su clac mediática se ha apresurado a bautizar el presunto tirón electoral del todavía ministro como el ‘efecto Illa’. Todo ello para que olvidemos que el del PSC es uno de los principales autores materiales de una gestión torpe, lenta, desordenada, irresponsable, sectaria y opaca de la crisis sanitaria. Por otra parte, la intempestiva comunicación de que Vara optará a la secretaría general del PSOE extremeño se atribuye a un salto adelante del oliventino ante el peligro de que Sánchez ungiera un sucesor para la baronía castúa. Vara lleva toda su vida política diciendo que no tiene apego al cargo, aunque, ante rumores y envites, siempre acaba atornillándose al sillón. Probablemente, todo esto resultará entretenido para alguien. Pero, con la presión hospitalaria y las UCI desbordadas, y las cifras de contagiados y muertos desbocadas, indigna comprobar que los gerifaltes se distraen con las batallitas de poder. Vamos, que igual luego van algunos ciudadanos y hasta les votan. Ya se sabe que hay gente que halla placer en el dolor. Y, viendo cómo está el patio, hay muchos a los que parece que les va la marcha.

*Diplomado en Magisterio