Ciruelas, dátiles y duraznos. Suena tan bien, tan dulce, que repetidas estas tres palabras varias veces, ciruelas dátiles y duraznos, sin pausa, degustándolas, dejándolas resbalar desde el paladar hasta el muro blanco de los dientes, uno acaba con la boca hecha agua. Ciruelas dátiles y duraznos para evitar atragantarse con los pecados de la carne que gravitan por todas partes. Hoy me sentía con ganas de esbozar trazos de otoño en el lienzo sucio de la actualidad, intentar borrar de los obituarios el nombre de Asunta y escapar de las masas enfurecidas que envenenan las redes. Mi tela de araña hoy estaba saturada de malicias pero es domingo y tiempo de vendimia, se respira en el campo una alquimia perfumada de futuro así que procuro hacer esfuerzos por dejar fuera del cesto las uvas de la ira.

Extremadura me contagia vigor, emerge de ella un vapor feroz como si de espuma de uva caliente se tratara, un extraño embelesamiento que me reburuja y me convierte en brote de cualquiera de los olivos que cuajan el horizonte. Extremadura es el bazar de mis delicias, de él extraigo cántaros llenos de agua fresca con sabor a profundos ecos de un pozo recóndito; cestas de higos abiertos en canal para alumbrar la triste merienda de un niño que jamás fue al campo a contemplar higueras. Extremadura es el bazar en el que me oculto para robar de sus estanterías esencias y texturas. Un bazar repleto de delicias al alcance de mi mano: el tacto rugoso del corcho, la redondez de una castaña, el impacto frutal de un membrillo, el susurro de remolques atiborrados de uvas en los caminos pintados del color rabioso del barro, y al fondo, sobre una colina dibujada en la faltriquera del cielo, un molino que hace aspavientos...

XHERMOSEAx mi tierra cuando le cae el otoño encima, se hace querer con sus largos silencios, esos que llenan los campos entre pueblo y pueblo. Hoy mi viaje sólo posee la intención de hacer buenas migas para no despertar de la siesta a los políticos durmientes, hacer buenas migas para no despertar de su sueño a los políticos soñadores, hacer buenas migas para sentarme a la mesa con los políticos dialogantes, hacer buenas migas para arrimar junto al caldero y la lumbre a todos ellos y contarnos historias de hombres pacíficos que abominan de las tinieblas y otras derivas.

La vida es muy hermosa, más aún en Extremadura donde habita la luz, pero es verdad que siempre viene alguien a estropearla; alguien que te incordia una puesta de sol, te embadurna de rabietas un amanecer o te apaga la luz en plena noche de luna llena. Seguramente estos hombres "rompesueños" no saben que alrededor de las miserias, se extienden ilimitados bazares de grandeza en los que adquirir valor y templanza. Mi bazar preferido es Extremadura donde flotan como nubes los campos de arroz y deslumbran de amarillos el maíz y el girasol. Un bazar inmenso, colmado de delicias.

Tengo mucha suerte de poder entrar en mi gran bazar de las delicias sin pagar peajes, sin tropezar con aduanas ni fronteras, sin tener que mostrar mi identidad a ningún vigilante de la puerta... porque en Extremadura no hay puertas, no hay vallas ni muros altos, nadie te cachea al entrar, sólo hay una Raya inmensa que invita a desembocar en el mar, una Raya amiga que raya el paisaje de corales y trae por el Alentejo canciones de pescadores aturdidos de salitre y saudade.

Un bazar, una delicia, eso es Extremadura, un apunte imprescindible en el cuaderno de mis viajes interiores. Territorio de amores y desamores cada uno con su caudal de belleza, su raíz y su parcela. Ciruelas dátiles y duraznos, vapor feroz de uva caliente. El tiempo de vendimia nos circunda. Voy a escuchar el latido de las viñas por si esta cosecha fuera la definitiva y de paso hacer buenas migas y buen vino que el invierno será largo y hay que proveer de delicias el bazar.

Vendrán lluvias, carros y carretas, vendrán más obituarios de niños inocentes arrasados por sus padres, vendrán las "oscuras golondrinas" y las "últimas tardes con Teresa", vendrán elecciones y deserciones pero quien ya no vendrá más a mi bazar será Alvaro Mutis, se fue con sus gaviotas. Le esperaré sobre esta duna de ciruelas dátiles y duraznos.

*La autora es periodista