Las becas, su implantación en el sistema educativo español tiene mucho que ver con el concepto del acceso a la educación en igualdad de condiciones de los estudiantes. La partida económica destinada a las becas proviene de fondos públicos, de ahí que se diga que es una consignación finalista. La cuestión abierta en torno a la nota para acceder a esas ayudas no es de menor importancia, pues tiene que ver, por tanto, con la igualdad al acceso educativo y con la optimización de esos fondos públicos.

Lo que parece claro, quizás, es el hecho de establecer distintos presupuestos económicos en función de la nota, y de las posibilidades económicas de cada estudiante. Una obviedad puede resultar el hecho de hacer coincidir la nota para poder aprobar y la nota para obtener beca. Aunque, si se busca, apoyar la excelencia en los estudiantes, podría ser interesante establecer bonos u otro tipos de ayudas económica para aquellos alumnos brillantes de cara a su futuro y perspectivas profesionales.

Y otro aspecto importante a valorar es el control de esos fondos públicos para que cumplan su objetivo. Algunas recordamos ejemplos significativos en la época de estudiante y becaria, como algunos compañeros empleaban la beca, la compensatoria, - como la denominábamos-, en comprarse la moto o sacarse el carné de conducir. Y creo, francamente, que en esta dirección hay que insistir en mecanismos de control respecto a la ejecución de este dinero público para conseguir el verdadero aprovechamiento académico del destinatario de esta ayuda, pues estas partidas provienen de los impuestos de todos los ciudadanos.

FORMULAS de financiación existen y distintos modelos, desde la ayuda para la matrícula, para libros, desplazamientos, residencias, y los famosos, muy extendidos, en muchos países, créditos a estudiantes. Esto último, no contemplado en el sentido literal del término en nuestro país. Lo que parece una realidad es el análisis del sistema de financiación de las becas, pero, al mismo tiempo, esto es tan importante, que un error puede significar sentar la clasificación entre los que siempre van a tener acceso a los estudios, básicamente universitarios, frente a los que pueden quedar excluidos por causas estrictamente de carácter económico. Este, desde mi punto de vista, debe ser el verdadero análisis y, para ello, la cuestión estará en cómo establecer el mecanismo de aprovechamiento académico de estos estudiantes de familias de menor poder adquisitivo, y que esta situación no rompa con el principio de igualdad de acceso a la educación superior.

Evidentemente, como contribuyente y ex becaria no comparto la opinión de financiar a aquellos estudiantes que emplean su estancia en la universidad como un pasatiempo más, esto es, que no intentan presentarse a todas la asignaturas, y dejan porque sí asignaturas para septiembre. Esto es una cosa y otra muy distinta establecer umbrales de nota igual para todas las titulaciones y todas las situaciones. Pues los que hemos estudiado somos conscientes, y esto es una realidad, que no es lo mismo estudiar en una carrera de las denominadas técnicas de las que no lo son, como se decía antes. Es decir, una cosas es un mal aprovechamiento y un despilfarro del dinero público, y otra muy distinta en proponer un cambio de dinámica para que en la universidad estudien los excelentes estudiantes de familias de escasos recursos económicos, y aquellos otros que sus familias tienen un alto poder adquisitivo.

En este sentido, sería interesante trabajar, por ejemplo, en un sistema de modulación de esas ayudas, en función de ese aprovechamiento académico. Y considero que esta medida puede hacer compatibilizar una buena gestión de lo público, con apoyar a los estudiantes brillantes, que, en todo caso, siempre deberán ser apoyados económicamente. Teniendo en cuenta que las medias académicas nunca supongan romper con el principio constitucional de la no discriminación, evitando constituir dentro de nuestra enseñanza superior un sistema de clasificación no compatible con la realidad de un estado social de Derecho, tratando de clasificar a los estudiantes, más allá de sus méritos académicos.