TEtstamos ante una comedia viviente sin parangón. Por mucho que nos esforcemos en encontrar otra igual es imposible. Ni siquiera Los Serranos, con todos sus guiños falsos al espectador es comparable, porque Belén Esteban va como Darío Fo con su cuerpo salero (a Fo hasta se le quita la cojera) y sólo abrir la boca ya nos encandila con su historia de desamores y con esa Campanario que es un invento extraordinario e incomparable de lucha interna de unos amores a los que Jesulín pone constantemente los cuernos, nunca mejor dicho. La representación en vivo que yo vi, fue la del 31 de julio en Tele 5 donde la Esteban guardaba una sorpresa, que fue la aparición de Jesulín el día del cumpleaños de su niña.

Ella venía de comprar globos para la fiesta en el salón de una comunidad de vecinos y por poco se desmaya. Allí estaba Jesulín to tooo completo, con sus zetas y su media lengua de retrasado mental, y la Esteban que se tiene que sujetar a su amiga Kati que la quiere con locura. Dios mío qué venganza sobre la Campanario, y encima viene y le deja un sobre para la niña, y comienza la intriga. Será un cheque, será una carta diciéndole que ha roto con la oficial. Craso expectativa porque Jesulín es franquista, ha mamado el franquismo de la cojera de su padre, y lo que hay son trescientos euros. Una televisión fue lo que le mandó Franco a su médico de cabecera el doctor Gil. Pues Jesulín han sido trescientos euros, y es que los toros dan muchas cornás.

Después llegó su amiga Kati y lloramos todos lo que no está en los escritos. Como en Mérida cuando lloramos con Pepe Sacristán.

*Escritor y jefe del Servicio Territorial de la Consejería de Cultura en Badajoz