La prensa turca sigue obsesionada con el tema europeo --deshojar la margarita , lo llama un columnista-- pero ha dejado de comentar la reciente visita del Papa, que, en realidad, sólo le interesó por los torpes comentarios de Ratisbona y porque, para Turquía, era un representante de Europa. Ha sido notorio el cambio de opinión de Ratzinger , favorable ahora a la adhesión turca, cambio de todas formas irrelevante porque el Vaticano no es miembro de la Unión Europea, la cual, si la Conferencia Episcopal no lo arregla, seguirá siendo una organización laica.

Oficialmente, Benedicto fue a Turquía a ver a sus "hermanos separados" y a predicar el diálogo con los musulmanes. De tales hermanos, el Vaticano lleva diez siglos separado por rifirrafes teológicos incomprensibles y porque los hermanos se niegan a reconocer que el gerente de Roma mande más que ellos. La prensa adicta ha ensalzado estos días a Turquía y alrededores por su importancia en los primeros tiempos del cristianismo, cuando el Imperio común tenía un emperador en Bizancio y otro en Roma, que más o menos vivía en Milán. Desde fuera, aquellos tiempos pueden considerarse aterradores porque en ellos la Iglesia configuró con muy malos modos una doctrina de hierro y comenzó su carrerilla implacable contra los herejes. Un rasgo distintivo del cristianismo es la saña con la que ha perseguido a los cristianos que disentían de la formulaciones oficiales. Hoy hay exagerados que son capaces de matar por defender o prohibir que determinado villorrio sea una nación o que España sea un concepto único. En el detestable siglo IV, los cristianos se tiran de los pelos y de otros sitios por defender o combatir determinadas fórmulas de la Santísima Trinidad expuestas en un griego que nadie entendía. Desde entonces, la influencia del cristianismo ha sido enorme pero una cosa está clara: de diálogo el Vaticano sabe tanto como Acebes de prevención de atentados.

XTRAS AFIRMARx que los musulmanes eran unos bestias, ahora la directrices parecen ser aliarse con ellos, como mal menor, para combatir a los demás, que son unos relativistas. El relativismo consiste en aceptar que todos tienen derecho a sus creencias, incluso los cristianos y los musulmanes, pero al Vaticano no se le pasa por la imaginación la posibilidad de que otros, incluso los musulmanes, tengan algo de razón. Es un misterio qué haría con los musulmanes si éstos se avinieran a conspirar en una cruzada conjunta contra el mundo secular.

Fuera de la indignación por los atascos, la visita de Benedicto dejó bastante indiferentes a los turcos en su estado secular y su conciencia musulmana. No hay por qué escandalizarse. En el mundo hay más chinos que cristianos y, sin embargo, un español corriente ignora hasta el nombre del presidente chino. Al acabar su tarea, Benedicto regresó a sus palacios de Roma. De vez en cuando sale al balcón y dice cosas. Muchísima gente lo ignora. Mucha gente lo admira. Están en su derecho. Gracias a Dios, todos los relativismos son verdaderos. Y puede que Benedicto sea un buen tipo.

*Periodista