En el debate sobre la inmigración hay mucha emoción, pero sobre todo miedo ("es una invasión ", "no hay trabajo para todos", "se quedan las ayudas que nos tocarían a los de aquí" o "no entendemos lo que hablan") y demasiado poca reflexión. A nivel económico se dice que nos quitan el trabajo, pero eso no es cierto. Si se duplicara la población, haría falta el doble de puestos de trabajo pero, como también habría doble demanda, esta los crearía de inmediato.

Un estudio ha calculado que, sin la llegada de inmigrantes de Andalucía y Extremadura, Cataluña tendría una población de 2.200.000 habitantes. Es decir, que los puestos de trabajo no son una cuota fija que se puede agotar si viene mucha gente, sino que es dinámico en función del volumen económico. Ser siete millones en vez de 2,2, hace que la economía catalana sea más potente que otras. Por tanto, la inmigración no nos ha perjudicado, sino que nos ha beneficiado. Incluso, los empresarios los contratan para que así les puedan pagar menos que a los autóctonos, por tanto, generan más plusvalía con menos inversión.

De hecho, este enriquecimiento empresarial debería ser combatido por la izquierda, porque es ilegítimo aprovecharse de su precariedad, porque destruye las conquistas laborales conseguidas y porque atenta contra la cohesión social, enfrentando a trabajadores de diferentes orígenes. La izquierda debería promulgar leyes que impidan hacer dumping laboral a expensas de los inmigrantes.

Jordi Oriola **

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