TLtos nacidos en el Mediterráneo, como Serrat somos anárquicos, emotivos, elocuentes, expresivos, cálidos y efusivos. Nos gusta acariciar, tocar, saludar a gritos, reír a carcajadas, ir de la mano, agarrar a nuestra pareja, bailar pegados, besar. Y que nos besen. También con lengua. No nos importa que nos achuchen como a gusanos, invadan nuestro espacio, nos estrujen, nos quieran los que nos quieren, con el alma y con el cuerpo. Necesitamos el contacto de allegados y amigos. Frente a quien prefiere guardar las distancias --eso está bien-- nos apuntamos al calor humano. Así que como mediterránea, hoy por hoy, me hallo confusa y contrariada. Refugiada en la paz de estos desiertos, me llegan las previsiones de influenza para este invierno y porque además de cariñosa, confío en las autoridades, no estoy preocupada, aunque por las contradictorias instrucciones recibidas de quienes deberían prevenir el otoño griposo de forma más coherente, debería estarlo. Augura la competente ministra muchos casos para el invierno y sonríe; dicen los responsables de Sanidad que los médicos "centinelas" han detectado más de doce mil contagiados mas que eso no supone problema añadido; anuncian desde el ministerio que no se retrasará el principio de curso pero en Navarra sí lo harán; sabemos que vacunarán a los individuos en riesgo, pero no entendemos por qué un niño de doce años lo es y un muchacho de quince no. Aseguran que no habrá vacunas para todos, pero que todos no necesitaremos vacunas. Aconsejan las autoridades que sigamos con nuestra vida normal pero el Colegio de médicos de Madrid cuelga un cartelón en que a la manera de Celia , que pretendía vencer a las vacas locas con huesos de jamón en el cocido, nos animan a ser despegados e inexpresivos para acabar con la gripe porcina. Yo exijo menos recetas caseras y más claridad y coordinación. Mientras tanto pienso seguir abrazando, besando y saludando con educación. Y tomar naranjas y resguardarme del frío, que es lo que me enseñó mi madre.