Hace unos días oí un aplauso de besos. Sí, muchos labios lanzando besos al aire al mismo tiempo para generar un único beso mayúsculo, envolvente, muy digno, a pesar de su aparente connotación cómica, de cualquier ser humano que lo mereciera. Fue en un programa de Radio Nacional de España titulado Hoy no es un día cualquiera , de Pepa Fernández --justo es nombrar programa y locutora, por ser una maravillosa emisión radiofónica--.

Imagínense ustedes recibiendo un Goya o un Oscar, y miles de besucones y besuconas oprimiendo al unísono sus morritos para generar el besazo de reconocimiento. Lo mejor de la radio es que nos obliga a agudizar la imaginación, sobre todo cuando nos habla de cosas extraordinarias o poco cotidianas. Debo reconocer que aquella resonancia de naturaleza bilabial a mí me llevó a pensar en un chapoteo de peces en una charca enlodada.

Los besos son como duendes que andan sueltos por las calles, por lo parques y las plazas, se meten en las casas, se esconden en los muebles, y algunas veces se dejan tocar; e incluso hay besos locos que se dejan besar. Algunos son huidizos, otros afables, otros misericordiosos, otros apasionados. Hay besos postizos como los protocolarios; también falsos, como los de Judas. Los besos se ofrecen y se roban, se venden y se compran. "Tú eres la bienpagá porque tus besos compré-" dice la copla. El ser humano hace de todo mercancía y sabe envolver los besos en papel de regalo o de estraza, según comprador. Los pesa y los consume, y casi nunca mira su fecha de caducidad. Hay besos que pueden perjudicar a la salud, sobre todo los que poseen muchos añadidos excitantes o demasiados conservantes.

Me pregunto si llegamos al mundo con el beso aprendido o aprendemos a besar en vida. Quizá el primer beso lo demos de recién nacidos al pecho materno.

Sí, los aplausos podrían ser de besos. Los actores y cantantes lo agradecerían muchísimo, en vez de desearles éxito con la escatológica frase "Mucha mierda", lo haríamos diciendo "Muchos besos".