La propuesta de la Junta de Extremadura de ayudar a la acogida temporal de niños haitianos que hayan quedado huérfanos como consecuencia del terremoto que ha sufrido ese país ha tenido una gran eco y una magnífica respuesta: decenas de personas, no solo de la comunidad, se han interesado por ella y se han mostrado dispuestas a convertirse en familias de acogida. La propuesta es tan bienintencionada como compleja, y en este sentido ha hecho bien la consejera de Igualdad y Empleo en afirmar que está condicionada a un acuerdo entre los gobiernos español y haitiano --la Junta ya la ha trasladado a la vicepresidenta De la Vega, de visita en Haití al ostentar España la Presidencia de turno de la Unión Europea-- y que, en cualquier caso, no es de hoy para mañana. Muchas familias extremeñas tienen experiencia en acogimientos temporales de niños saharauis y la asociación que gestiona esos acogimientos ya ha mostrado su disposición a colaborar con la iniciativa lanzada el domingo por Fernández Vara. Pero es precisamente el resultado de ese programa el que también invita a ser prudentes, puesto que en los últimos años no hay suficientes familias de acogida para los niños del Sahara, lo que induce a pensar que en muchas ocasiones las muestras de solidaridad son más fruto de la lógica impresión ante la magnitud de una tragedia como la que asola al país caribeño, que como consecuencia de una decisión tomada con sosiego y reflexión, que es condición indispensable para que la acogida se produzca en las mejores condiciones posibles para los acogidos.