Hace unos días nacía Javier . El es el octavo niño que nace sano después de que su madre se sometiera a una fecundación preimplantatoria, de cuyo tratamiento la comunidad andaluza fue la pionera al establecer por ley el derecho al diagnóstico genético por el sistema público. Javier no sólo ha nacido sano, sino que es el primero que contribuirá sin duda a que su hermano Andrés supere esa enfermedad incurable con la que naciera y que ha llevado a sus padres a vivir un infierno desde que se la diagnosticaran. Con este avance científico deben quedar atrás los condicionamientos éticos y morales, que la mayoría de las veces, parten de los mismos sectores, de aquellos que por determinadas circunstancias no van a tener descendencia o quienes de cara a la galería manifiestan una cosa, pero que en la intimidad hacen otra. La ciencia se pone, como no puede ser de otra manera, al servicio de la vida y Javier nace con doble satisfacción para sus padres, la primera por su propio nacimiento y la segunda y no menos importante, con la esperanza de salvar la vida de su hermano. Por ello, sobran las palabras y las opiniones sobre cuestiones morales fáciles cuando el problema no es de uno. Ahora toca felicitar a los padres, a esos padres que con el nacimiento de Javier han visto una puerta abierta a la esperanza después de seis años de sinsabores, muchas lágrimas, impotencia y desvelos. Ha llegado la hora de salvar a Andrés y ese noventa por ciento de posibilidades de curación se convertirá en un cien por cien, porque ahí sin duda entra la fe de unos padres que hasta hace muy poco ese noventa por ciento era de cero posibilidades. A partir de ahora, después de este milagro científico muchas familias respirarán tranquilas y tendrán un acicate ante la posibilidad de enfrentar esas enfermedades irreversibles que cuando la diagnostican los médicos hunden a los padres, hermanos, tíos y abuelos.

XCON JAVIERx ha llegado la hora de la esperanza y la intolerancia que se puso de manifiesto cuando se autorizó el uso de embriones para avanzar en el tratamiento de enfermedades incurables hay que dejarla de lado, como otro síntoma más de aquellos que pretenden que la sociedad no avance y que como alternativa aconsejan que hay que sufrir como Dios, que fue un ejemplo, o que esos padres u otros angustiados deben esperar el milagro divino y no el humano. Y si bien es cierto que ante esto todas las posturas son respetables, aunque no se compartan, debemos estar preparados para escuchar posibles escollos de una parte de la sociedad que protesta por todo lo que beneficia a la mayoría.

No es de extrañar que ante la falta de argumentos convincentes traten de tergiversar la realidad y utilicen términos poco apropiados para designar a Javier o a cualquier otro niño que venga en las mismas circunstancias, o que pretendan hacer creer a la sociedad que van a nacer niños de diseño o en serie, cuando lo cierto es que este tipo de tratamientos se dará sólo en casos de que no haya otra posibilidad de trasplantes.

Lo que está claro es que no debemos permitir que nadie pretenda ponerle puertas al campo ni ensombrecer estos momentos de felicidad que embargan a la familia de Javier ni a otras muchas a las que se les presenta un nuevo y positivo panorama.

*Presidenta del PSOE provincial.