Seis meses después de tomar posesión, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva inició su primera visita oficial a España. Lula encarna un proyecto político progresista nuevo, atractivo y esperanzador para toda América Latina, un continente víctima de golpistas, populistas y recetas ultraliberales que han ahondado sus desigualdades sociales.

Dejando de lado sus orígenes sindicales radicales, Lula intenta unas reformas inspiradas en el pragmatismo. Los desafíos a los que se enfrenta, en un país con 40 millones de pobres, son enormes. Y pese a la doble presión de quienes tienen mucha prisa y de los inmovilistas, busca con firmeza estructurar una sociedad más justa sin perder la estabilidad.

Lula merece apoyo. Lamentablemente, llega a España en un momento en que nuestra imagen no está en un buen momento en su continente. Las trabas a la inmigración, la ciega sumisión española a EEUU y la renuncia de Aznar a ser un interlocutor independiente entre el mundo rico y los países latinoamericanos, limita nuestra capacidad de acción. Pero el mensaje de este brasileño es una nueva referencia para todos los progresistas y para cuantos desean un mundo más respetuoso con los hombres y con el medio ambiente.