WLwa conferencia del Convenio sobre Biodiversidad, celebrada en Curitiba (Brasil) y clausurada el sábado, acumuló varios fracasos, apenas corregidos por un acuerdo mínimo para proteger los recursos genéticos.

La decepción más importante fue la negativa de los países ricos a incrementar los fondos para financiar las regiones protegidas, muchas en países del tercer mundo, que necesita ayuda internacional para mantenerlas a salvo y garantizar que no se reduce el número de especies.

Estados Unidos, a través de la Organización Mundial de Comercio y de Canadá, Nueva Zelanda y Australia, no sólo impidió cualquier acuerdo en esta materia, sino que bloqueó la creación de reservas de la biosfera en aguas internacionales y el control de las talas en zonas prohibidas. Para muchos, era la última oportunidad de lograr la recuperación de pesquerías y bosques en grave riesgo.

Igualmente decisivas fueron las presiones de la industria farmacéutica para que no se firmara un tratado contra la comercialización de medicinas tradicionales. Como en los demás apartados, el norte desarrollado impuso su lógica disparatada del crecimiento económico ilimitado, aunque sea a costa de esquilmar el planeta hasta el último árbol.