Cuatro años de durísima confrontación entablada sobre los asuntos más sensibles, el terrorismo y la configuración de España, no han servido para dar un vuelco político al país. El PSOE ganó claramente las elecciones de ayer, con una diferencia similar a la que le permitió gobernar en el 2004. Pero el PP mantiene sus posiciones y demuestra que tiene un sólido suelo electoral. De hecho, tanto socialistas como populares avanzan en porcentaje de votos y en escaños. España es hoy más bipartidista, lo que no es una buena noticia, por el mal resultado de los partidos pequeños, particularmente IU. Sin duda, la extraordinaria bipolarización que ha existido durante la campaña, a la que ha contribuido de forma decisiva la celebración de los dos cara a cara televisados, ha sido letal para formaciones que contaban con un electorado más voluble y predispuesto al voto útil frente al PP.

La sociedad española ha dado a José Luis Rodríguez Zapatero una segunda oportunidad, como siempre ha ocurrido hasta ahora en nuestra joven democracia. No cuenta con la mayoría suficiente para gobernar en solitario, por lo que tendrá que recurrir a pactos con otras fuerzas.

El PSOE obtiene en toda España una cifra similar de votos que hace cuatro años, en unas elecciones que fueron consideradas excepcionales, al producirse solo tres días después de los brutales atentados del 11-M. A la luz de los datos de anoche, la movilización de entonces no fue tan excepcional o en este caso se ha producido una ola de semejantes dimensiones. Debemos felicitarnos por esa fuerte participación, que solo se ha resentido en el País Vasco, donde la no participación de la llamada izquierda aberzale y el miedo a ETA han hecho bajar la participación 10 puntos. En Extremadura, la jornada electoral deja, aunque los escaños se reparten por mitad, unos resultados satisfactorios para los socialistas, porque han ampliado la ventaja en porcentaje y en votos -70.000, 10.000 más que hace cuatro años-- sobre el PP. Este partido, aunque ha ganado en ´el laboratorio´ de Almendralejo, no se ha beneficiado de la tendencia nacional de aumentar en porcentaje de apoyos.

La nueva derrota de Mariano Rajoy como candidato a presidir el Gobierno ha sido lo suficientemente ajustada como para que en las filas del PP nadie piense en decisiones dramáticas. Rajoy ha perdido, pero sale políticamente vivo porque ha aumentado los apoyos de su partido. Podrá gestionar su futuro. Pero está por ver si la esterilidad de cuatro años de duro enfrentamiento hacen variar el tono de la oposición del PP. Parece que el modelo representado por el tándem Acebes-Zaplana no da más de sí, pero también es justo reconocer que han conseguido mantener la distancia con el PSOE y consolidar sus feudos electorales, especialmente la Comunidad Valenciana y Madrid. En cambio, Gaspar Llamazares estaba obligado a anunciar, como hizo, que dejará el liderazgo de IU, tras la debacle de la coalición.

Es de esperar que el segundo triunfo de Zapatero no sea cuestionado, como lo fue el anterior, en una de las estrategias más innobles que ha conocido nuestra democracia. Los resultados de ayer están en línea de lo que apuntaban las encuestas --las publicadas por EL PERIODICO EXTREMADURA han sido particularmente certeras--, de lo que cabe deducir que el vil atentado de ETA en Arrasate no ha hecho variar la intención de voto, por más que ya haya voceros de la derecha que empiecen con su eterna campaña de deslegitimación de las decisiones del pueblo soberano.