THtace unos años, siendo Manuel Pizarro presidente de la Bolsa de Madrid, el Gobierno intentó resistirse a una devaluación de la peseta y echó mano de los fondos de reserva para contener el mercado. En una mañana se escaparon siete billones y medio (con b , por favor) de pesetas... y se tuvo que llevar a cabo la devaluación. Si Pedro Solbes se lo hubiera contado a Montilla , quizás no hubiéramos asistido a este desnudamiento en público de bajas pasiones político-financieras, y los accionistas de Gas Natural estarían más tranquilos, y los de Endesa no se encontrarían en vísperas de ser más ricos. Una cosa es poner firmes a un constructor de Cornellá, que tiene que pasar por el aro de la correspondiente licencia municipal y, otra, a un personaje afable, educado y cortés, pero que no le gusta que le empujen y que, como el toro de Miguel Hernández , se crece en el castigo.

A Manuel Pizarro no le interesa el dinero, pero le apasiona la posibilidad de poner en marcha mecanismos que produzcan dinero. Sabe que, cumpliendo unos trámites, puede abrir una notaría en Madrid, y ganar cuatro o cinco veces más de lo que ingresa como presidente de Endesa. Y las oposiciones a abogado del Estado, y las de agente de cambio y bolsa, no las ganó por designación política. Ni por favores convirtió una empresa de valores recién nacida en una de las más rentables de España. Es decir, que aquel muchacho de Teruel ha hecho carrera por méritos personales y cuando se ha sentado en un consejo de Administración por dedo, el dedo político conocía sus habilidades. Por eso, por sapiencia, cuando se lo ofrecieron, no quiso ser ministro. Sólo con ese detalle, haber renunciado a ser ministro, alguno que lo es debería haberse informado mejor antes de lanzar a la arena a todo un gabinete.

*Periodista