WAwunque lastrado por el voto de castigo a causa de su apoyo a la guerra de Irak, los primeros resultados indican que Blair ha logrado la tercera victoria consecutiva para su nuevo laborismo en las legislativas del Reino Unido. Un récord para la izquierda social de ese país. El dinamismo de la economía británica, frente al parón del resto de la UE, ha evitado que Blair pague un alto precio por la merma de credibilidad tras sus argucias para justificar la guerra. La ley electoral, además, le ha beneficiado. Con un sistema mayoritario, un diputado por circunscripción y sin segunda vuelta, el voto útil es inevitable. Simpatizantes de los liberaldemócratas, que se opusieron a la guerra en solitario, han debido seguir votando a los laboristas para evitar lo que el primer ministro llamó "la vuelta de los conservadores por la puerta de atrás". En tanto que expresión de la voluntad popular, la victoria de Blair es irreprochable, aunque fruto de una conjunción de circunstancias excepcionales. El premier sabe que su figura está tocada. Y el desgaste en las urnas le puede llevar a una dimisión, a medio plazo, que dé paso a su mejor aliado y su rival en el partido: el acreditado ministro de Hacienda y estrella de la campaña, Gordon Brown.