Médico

Dulce Chacón es una escritora de ideas. Escribe con mucha soltura, en un estilo muy ágil. Sacrifica la estética literaria, a veces, supeditada a un ritmo apresurado. Le importa más la creatividad. Sugerente, alineada con las inquietudes de nuestro tiempo, siempre con una cierta mirada anticipadora, ha sido un agradable descubrimiento para mí. Prudencia, Hortensia, Blanca, personajes femeninos protagonistas de sus obras, de enorme fuerza, aunque algo esquemáticos o abocetados, quizá, por esas mismas premuras. Hay en todas sus obras una singular predilección por la mujer.

Blanca, la protagonista de Blanca vuela de noche, huye en busca de sí misma, valiente, coherente, rebelde, repudia las convenciones sociales. Acaba rechazando el mundo tópico, las seguridades de lo rutinario y cotidiano. Ella es incapaz de plegarse ante la estupidez o la debilidad.

¿Por qué te vas?, se atreve a preguntarle José. No me abandones. Pero ya es tarde. "No es fácil habitar el silencio", escribe Dulce Chacón al comienzo del relato. Y sucede así en la vida, es verdad. Y bien pudo ser esa la respuesta de Blanca. Ni siquiera le contesta, sin embargo. Prefiere callar, en una muestra más de ese tenebroso silencio de la incomunicación. Blanca, finalmente, se marcha en busca de la libertad y la autonomía. No desea una muerte salvaje y muda como la de Prudencia, la protagonista de Algún amor que no mate. Ni, tampoco, ser una mujer lorquiana, de ésas que esperan resignadamente a que la solución les llegue de fuera. Quiere ser la nueva mujer, rupturista e innovadora, al estilo de Nora, de Casa de muñecas. Ella lo sabe desde el momento mismo en que camina como perdida por las calles de Amsterdam y de Hamburgo. Sin luz, sin sol, sin sentido, sola, aunque tenga a Peter, aunque tenga a José, después. Blanca representa, igual que Nora, el triunfo de la mujer sobre la sociedad, sobre esa "mayoría moral" de "lo que es debido". No es una mujer pasiva y dependiente como Prudencia, aunque intentara una última reconciliación. Pero recibe de Peter una flor con un insecto dentro. Desde ese momento ya no tiene tiempo que perder. Ha sido suficiente. Se marcha en busca de un nuevo día, tal vez de un nuevo sueño o, quizá, de un nuevo amor. La autora no nos lo aclara. Hay una cierta ambigüedad final en la novela. Pero así es el porvenir de todos nosotros. Blanca tiene que vivir. Tiene demasiado que perder en unas relaciones mantenidas a costa de sobornos afectivos. Huye y escapa, a un tiempo. Quizá no sea la búsqueda de una nueva vida. O sí. Hay, sí, una cierta indefinición. Huye, además, un poco turbada. Es una brusca separación. Pero, yo me pregunto: ¿Esas acciones podrían realizarse de otra manera? Dulce Chacón es, efectivamente, una escritora de ideas. Por todas sus obras pasean, flotan las pupilas de mujeres no siempre felices, una prosa que busca la simplicidad, la claridad, el garbo, la facilidad de expresión, la ligereza de su pluma, unos contenidos conectados con nuestro tiempo. Llaneras solitarias, como las llama Carmen Alborch, caminan decididas en los albores de una nueva definición de la relación de pareja, o en el escepticismo sobre el amor --entiendo por tal el espíritu de búsqueda-- o en la incapacidad para amar. ¿Qué más da? Ellas se rebelan y se escapan. Eso es todo. Enhorabuena.