El proceso de Bolonia esconde demasiados fantasmas, fantasmas que a su vez son demasiado tangibles. No obstante no centraré esta reflexión en cuestiones económicas o ideológicas, sino en el derecho a la educación, al saber. ¿A qué altura está el corte por el cual debemos medir la presencia del mundo mercantil en la universidad y por defecto en la educación? Según la mesa redonda compuesta por las grandes empresas europeas tres años antes del manuscrito firmado en Bolonia, que posteriormente dará lugar al proceso que lleva popularmente el mismo nombre, la educación estaba necesitada de un cambio de rumbo, los licenciados universitarios debían reunir una serie de requisitos orientados hacia el mundo laboral y las necesidades del mercado. ¿Qué nos queda si el mercado también influye en la educación? ¿Debe una empresa regir el destino de un estudiante, de la formación de las personas? Son preguntas que nacen con todo este proceso.

La universidad desde sus orígenes surge como foco de estudio, de cultura y saber como herramientas tangibles del desarrollo del ser humano. Las disciplinas humanísticas son el mejor ejemplo de ello y el testigo imperturbable de este ideal del conocimiento como máquina de avance y realización de la humanidad. Si bien es cierto, el mundo y el sistema económico condicionan nuestra sociedad y son elemento que no se pueden ignorar. El futuro está en manos de las generaciones de estudiantes que salen de las universidades actuales. Ese futuro por lo tanto, demanda una serie de conocimientos prácticos ya que el universitario no deja de ser por otra parte una pieza más en el gran puzzle que es el mundo. El dominio de las lenguas, de los recursos informáticos, la adquisición de habilidades de tipo administrativo o de liderazgo son complementos fundamentales para el pleno desarrollo de nuestras capacidades. Sin embargo, ¿no deberíamos llevar a cabo estas reformas basándonos en un orden? ¿Es justo que se cargue todo este peso a las frágiles espaldas de la universidad? No. La enseñanza y el aprendizaje, son procesos muy complejos, influidos por multitud de factores, entre ellos algunos como la actual ESO o la Educación Primaria. El dominio de la lengua extranjera debe adquirirse progresivamente y de manera firme durante los largos años de aprendizaje al cual se somete a los estudiantes desde su entrada en el mundo escolar, ¿es justo que se culpe a la universidad de perder batallas que verdaderamente no son las suyas? ¿Cómo podemos pensar que la lectura va a ser pilar de la vida de los universitarios, si en su infancia jamás vieron un libro en casa? ¿Puede la universidad potenciar más allá de sus posibilidades campos que hace tiempo deberían haberse superado por parte de los estudiantes?

XNO OBSTANTEx, generadas estas cuestiones, una de las principales reformas de la Convergencia Europea consiste en dotar a los universitarios de una serie de conocimientos generales que les permitan abarcar un campo de acción más amplio en el desarrollo de su actividad laboral posterior, como se puede apreciar en el giro lectivo según el cual se han conformado los actuales grados. ¿No debería darse esta formación en la fase pre-universitaria, conocida como bachillerato? El sistema de educación debe replantearse desde la base, no desde el tejado.

Donde queda el derecho al conocimiento, ¿debe someterse la formación cultural a los designios de la gran empresa? Nadie habla por otro lado de las PYMES, son las grandes corporaciones las que demandan estas reformas. Las mismas que se ciñen a una política económica capaz de arrojar a la calle a miles de trabajadores por no superar expectativas económicas muy alejadas de las pérdidas y muy cercanas al lucro. ¿Es esto justo?

¿Se ha informado a la sociedad por otra parte de un proceso que va a afectarle de manera tan decisiva? Las enseñanzas medias, no han recibido información sobre el Proceso de Bolonia suficiente como para que pueda generarse una opinión pública al respecto, a su vez se ha obviado a las asociaciones de padres, los cuales deberían tener un papel fundamental en este proceso como tutores de los futuros universitarios. Por último tampoco ha habido un proceso de información desde las instituciones para generar un debate en el seno de la comunidad universitaria, la inmediatamente afectada. La universidad del futuro debe ser fruto del consenso y el debate de la sociedad, reflejando un punto de partida basado en el conocimiento y el saber y no en las necesidades del capitalismo.

*Miembro del colectivo Estudiantes contra Bolonia