La basura es el vestigio más claro del paso del hombre por un lugar. Cualquier paraje por el que el ser humano transite con frecuencia suele quedar marcado por indicios de su existencia. Uno puede ser respetuoso y dejar impoluto el sitio donde haya permanecido, o por el contrario, hacer alarde de su condición de incívico y dejarlo bien señalado con restos residuales de su estancia. Sea como sea, la mayor parte de la basura no desaparecerá en mucho tiempo. En los países desarrollados producimos ingentes cantidades de basura que depositamos en bolsas, destinadas a ser introducidas en contenedores, que son volcadas en camiones que las vierten en grandes basureros. Si reflexionamos bien, lo único que hacemos es quitarnos la basura de nuestra vista y de nuestro lado, pero al fin de cuentas sigue estando ahí, amontonándose un día tras otro a varios kilómetros de la ciudad. Dicho en castiza metáfora: guardamos la fusca debajo de la alfombra. Aunque, eso sí, cada vez nos volcamos más en reciclar los residuos.

Desde hace algún tiempo comienzan a hacerse notar en nuestra sociedad coyunturales concienciaciones ecológicas por parte de todo tipo de empresas. Los fabricantes de artilugios se apuntan al ecologismo trasmitiéndonos mensajes sobre el respeto de sus productos con el medio ambiente, ya sean aerosoles, electrodomésticos o detergentes. "No deteriora el medio ambiente", es el eslogan. ¿Ecología o márquetin? Esa es la cuestión.

Algunas superficies comerciales no se quieren quedar atrás y han comenzado a racionalizar las bolsas de la compra, recipientes plásticos que tardan muchos años en desintegrarse. Ahora no las dan, las venden, y así el consumidor se lo piensa dos veces antes de apuñarlas sin sentido. Conclusión: la empresa trasmite buena imagen y se ahorra dinero. Pero hete aquí que llegas a casa con diez bolsas ecológicas compradas en una caja de hipermercado, llenas de otras bolsas nada ecológicas que envuelven productos a su vez empaquetados muchas veces en innecesarias bolsitas que irán al cubo de la basura. ¿No es paradójico?