WUwn centenar de bomberos, dependientes de la Diputación de Cáceres, tuvieron un comportamiento en el Pleno que la institución provincial celebró el pasado viernes que no es de recibo. Interrumpieron la sesión, insultaron al presidente y crearon un clima tabernario que no ayuda --al contrario, entorpece-- a que las reinvidicaciones conseguidas después de la dura huelga de hambre se cumplan. Se puede comprender que no estén satisfechos sobre la forma, o el ritmo, o el interés de la Diputación en llevar a cabo sus compromisos tras el conflicto; incluso se puede entender que se sientan engañados: cada uno es libre de pensar lo que quiera. Pero en una democracia existen las formas y los cauces para resolver los conflictos. En una democracia no cabe el insulto; cabe la crítica, todo lo severa que se quiera, que no es precisamente lo mismo. Y es sagrado el respeto a las instituciones y a quienes las representan porque son el resultado de la voluntad popular. Los bomberos deberían reflexionar porque así no se va a ninguna parte. Es de desear que el comportamiento del viernes no se repita porque pueden echar por tierra lo que consiguieron durante el conflicto; al menos el crédito que les otorgó una parte de la opinión pública.