WEwl conflicto de los bomberos de la diputación de Cáceres está adentrándose, si nadie lo remedia, en un camino de difícil salida porque, después de tres días de huelga de hambre, es posible que durante la jornada de hoy el médico certifique bajas generalizadas. Si ello tiene lugar los cuatro parques de la provincia se quedarán sin personal, produciéndose una situación de severo déficit en las condiciones que cabe exigir en un servicio como éste, a pesar de los esfuerzos de las administraciones por allegar bomberos de otras provincias, de efectivos con experiencia en la extinción de incendios o incluso de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.

La situación es complicada por insólita --no se recuerda una protesta de funcionarios públicos de esta naturaleza en Extremadura--; porque los bomberos se han radicalizado y han abandonado la senda negociadora de los sindicatos, cuya confianza en ellos es una de las grandes víctimas de este conflicto; y porque la unidad del colectivo, a tenor de lo que trasciende a los medios de comunicación y por lo que muestra el seguimiento casi unánime de una medida extrema como la huelga de hambre, no presenta fisuras.

Desde este mismo espacio se ha dicho ya en dos ocasiones que el conflicto, que se inició hace más de un mes, ha venido a desembocar en un pulso entre la institución provincial, cuyo presidente se negó a negociar mientras se mantuvieran las protestas, y los bomberos, que han seguido haciéndolas y cada vez con mayor intensidad. Y de aquella actitud enrocada y con cada cual defendiendo su postura inflexible se ha llegado a esta situación crítica.

El asunto se ha desbordado tanto porque la diputación ha incurrido en algunos errores de cálculo: nunca pensó que los bomberos dejarían solos a los sindicatos, en primer lugar, y tampoco imaginó que la huelga de hambre tuviera un seguimiento masivo como el que está teniendo.

Pero una vez instalado en el peor de los escenarios para los responsables del organismo provincial, sin servicio de bomberos y, por la naturaleza de la protesta, sin posibilidad de implantar servicios mínimos --quizás la inexistencia de un ahora imprescindible ´plan B´ se deba también al exceso de confianza que ha impedido pensar que el conflicto pudiera llegar hasta donde ha llegado-, lo que es difícilmente justificable es que se siga alargando la cadena de errores. En este sentido, no se entiende que no haya ningún canal por el que hablar, de tal manera que el pasado martes fueran los periodistas los que involuntariamente ejercieran el papel de mensajeros entre la diputación y los bomberos al preguntarles a éstos su parecer ante una propuesta que, aunque difundida a los medios, no les había llegado a los interesados. Y mucho menos sentido tiene que la diputación, cuando se le pide que ponga por escrito lo anunciado --una petición lógica en un conflicto en el que hay recelo por las dos partes-- envíe una propuesta que ya había sido rechazada por los huelguistas, provocando una confusión que no hace más que echar gasolina al fuego y que aleja la solución del conflicto. Urge revisar las actitudes.