La Familia Real sirvió a España sin reservas, durante más de 30 años, recibiendo de ésta su leal agradecimiento, por darle una convivencia en paz. Todo discurría razonablemente bien, lo que hacía nos envidiaran los demás países. Pero el remanso se rompió, turbado por una durísima crisis económica, todo ello agudizado por los datos que la Fiscalía Anticorrupción de Baleares sacó a la luz sobre "los pingües beneficios que cosechó el duque de Palma con sus empresas, valiéndose de su condición de miembro de la Familia Real". Saltado el escándalo, que sacude a un atónito pueblo español, es titular diario de todos los medios de comunicación, donde abundan cotilleos, chanzas y reticencias sobre el caso. Ante tal escenario, se multiplicaban las especulaciones sobre el desenlace del suceso, máxime por los vacíos legales que complican el caso.

Así las cosas, el hombre de la calle esperaba la reacción de la Corona, que, en un primer momento, fue parca en manifestarse, salvo en difundir que Iñaqui Urdangarín y la infanta Cristina seguían formando parte de la Familia Real, lo que fue un sedante en el desgarro, sicológico y sentimental, que está a punto de producirse entre sus miembros. Pero este frágil maquillaje, días después se ha roto, mediante un drástico golpe de autoridad del Rey, al que llamaría Francisco Umbral un "borbonazo", porque los intereses del país lo han pedido y la institución monárquica exigido para bien de todos. Decisión, pues, meditada y ejemplarizante, que ha utilizado esas letras mayúsculas con las que sólo se pueden escribir la Historia, máxime cuando los parámetros de toda democracia lo proclama y la ciudadanía la invoca, a fin de que la Corona siga siendo paradigma rectilíneo de honestidad política.

Pero todo ello no supone una colisión entre monárquicos y republicanos, ya que este punto de ignición no puede alcanzar la estabilidad de la institución monárquica. Es incoherente, por tanto, que ahora parte de la juventud española, o un sector de la población, aumenten su oposición a la Monarquía, en subterránea actitud en pro de la República, dentro de su proclividad al peligro , por eso de que, según Voltaire , tiene también sus encantos. De todas formas, tras el estupor de la noticia y el estallido de un órdago a la grande del Rey contra su yerno, no estamos exentos de ponernos, en su día, de bruces, ante tréboles de cuatro hojas, en cuyo caso se quebraría la continuidad monárquica en el príncipe Felipe , quien, por su gran preparación, sería capaz de superar los vientos racheados que azotarán a España. Hasta Salvador de Madariaga , republicano histórico, tras su exilio, proclamó en 1976: "Si la Monarquía no la salvan los españoles, que Dios salve a España". Por eso evítese que tales "excesos" vuelvan a repetirse, lo que se logrará si los miembros de la Familia Real se abstienen de toda actividad que pueda salpicarla.