El Parlamento extremeño acaba de aprobar la Ley de la Convivencia y el Ocio, conocida por todos como ley antibotellón . No es la primera ley de ámbito autonómico aprobada --la de la Comunidad de Madrid es la que más tiempo lleva en vigor-- ni la única administración que se ha ocupado del fenómeno. Así, podemos recordar el Congreso Jóvenes, Noche y Alcohol del Ministerio del Interior o el Foro Jóvenes y Futuro que organizó la Consejería de Cultura. Tampoco podemos olvidar que son varios los ayuntamientos que han dictado ordenanzas en este sentido. El botellón puede ser uno de los fenómenos más globalizados: se hace en todos sitios pero en cada uno tiene su peculiaridad. En España se hace tanto en grandes ciudades como en pequeños pueblos; y de forma masiva, son muchos miles los jóvenes que cada semana hacen botellón . Sólo en Extremadura lo hacen más de 75.000 jóvenes.

Tengamos también en cuenta que todos los fenómenos de masas finalizan, y es cierto que las administraciones suelen llegar tarde en sus preocupaciones por fenómenos de este tipo, pero más importante es la forma en que éstos finalizan: no es lo mismo que se acaben de forma natural-social, por agotamiento, como fue el caso de la movida madrileña, que como consecuencia de las patrullas policiales con perros, como pasó con el botellón de la capital de España.

Dos son las grandes preocupaciones que origina el botellón . Una, el consumo de alcohol en menores y, otra, las molestias al vecindario. Sobre estas dos cuestiones pretende actuar la nueva ley. El tiempo dirá si ha sido efectiva o no pero, en cualquier caso, no parece de recibo que se tenga que esperar a la promulgación y entrada en vigor de una ley para conseguir que los jóvenes no molesten en las proximidades de un hospital. No hace falta que sea expresamente declarado ilegal el botellón , ni tampoco que la ley venga acompañada de dineros para limpieza. Sólo hace falta anteponer sensibilidad a táctica política. Seguramente bastaría con que una brigada de limpieza pertrechada de mangueras y escobas llevara a cabo una limpieza integral de la zona los días de botellón , de forma que a partir de las diez de la noche, y cada dos horas, se procediera a regar y barrer las calles y plazas que circundan el hospital, y en un par de semanas o tres se acabaría con la celebración en dicha zona, además de dejarla bien limpia. Esto mismo se hacía cada noche de botellón en la plaza Mayor de Cáceres y éste finalizaba sin más conflicto.

Sin embargo, y entre las distintas reacciones a la aprobación de la ley antibotellón , una de las más llamativas es la del presidente regional de Nuevas Generaciones, que criticaba con dureza la ley por no contemplar una partida presupuestaria que permitiera a los ayuntamientos contratar más policías para hacer cumplir la ley. Es curioso que un dirigente de una asociación juvenil pida policías para reprimir a los jóvenes que hacen botellón . ¿Será que es la única manera de solucionar el problema? ¿Es coherente con la identificación de las causas que lo originan? ¿Será que el botellón lo hacen sólo los jóvenes de izquierda? No ha sido una hipótesis destacada en nuestra investigación, pero los datos nos muestran que no hay una vinculación entre ideología política y asistencia al botellón , pues aunque entre los que nunca han ido predominan los de izquierda y entre los que van mucho (siempre que salen o al menos dos días a la semana) predominan los de derecha, en las situaciones intermedias la situación es la contraria, de forma que entre los que van esporádica o circunstancialmente predominan los de derecha y entre los que van regularmente (un día a la semana) predominan los de izquierda. Pero lo que sí existe es una clara relación entre la orientación ideológica y la atribución de las causas del problema y, por supuesto, las propuestas de solución.

Es ésta una cuestión importante por cuanto la ideología nos proporciona información acerca de cómo se construye socialmente el problema del botellón e influye asimismo en la valoración que los ciudadanos hacen de las políticas públicas. En otras palabras, van al botellón tanto los jóvenes de izquierda como los de derecha, pero en la realidad se percibe de distinta manera el fenómeno, se analiza de forma diferente y no se exigen las mismas soluciones. Así, hay un consenso general --entre jóvenes, padres y adultos-- de que son tres las causas principales del botellón : los precios de las copas en los pubs y bares; la existencia del botellón como espacio propio de los jóvenes; y la falta de otros espacios de ocio. Pero mientras que los de derechas destacan en la elección de la causa económica, los de izquierdas inciden en las culturales y sociales. Las soluciones, que presentan un mayor grado de divergencia, tienen distinto peso para unos y otros en función de la ideología. Hay un alto grado de acuerdo en que una de las soluciones es bajar el precio de las copas, y es claramente más elegida por los jóvenes de derecha. Le siguen en grado de acuerdo ofrecer nuevas alternativas de ocio y alejarlos de las zonas residenciales, más elegidas por los jóvenes de izquierda.

Los adultos en general han identificado una serie de causas del botellón y de posibles alternativas al mismo, pero según su orientación ideológica tienden más a decantarse por unas que por otras. Esto nos permite afirmar que entre la gente que se considera de izquierdas existe cierta coherencia entre lo que se determina la causa del problema (factores culturales, estructurales, falta de alternativas para los jóvenes y déficits de responsabilidad parental) y su solución (ofrecer alternativas de ocio y expectativas de futuro, mejorar la educación y la comunicación padres-hijos, así como medidas encaminadas a minimizar el problema de ruido y suciedad). Pero esta coherencia no se percibe en el otro sector ideológico. En efecto, quienes se declaran de derechas encuentran que las causas del botellón hay que buscarlas en aspectos coyunturales (el alto precio de las copas) o culturales (los jóvenes han creado un espacio propio) pero también en una valoración negativa de la juventud (son mimados, irresponsables y maleducados). Y ante esta situación plantean la necesidad de emprender acciones represivas (presencia policial), prohibicionistas y sancionadoras, o bien la inacción (no tiene solución); curiosamente, no actuar sobre los precios (cuando se ha identificado como causa) o sobre la educación de los hijos.

No hay entonces recetas mágicas para solucionar problemas globales. Pero es cierto que Extremadura ha sido pionera en España a la hora de elaborar una política pública, para lo que ha contado con la opinión expresa y la participación voluntaria de cuantos ciudadanos han deseado hacerlo.

Téngase esto en cuenta para situar en contexto las propuestas normativas y las críticas que se hacen.