Para quienes peinamos algunas canas no será difícil recordar a Gabinete Caligari, ese grupo de rock que cantaba a los bares, esos lugares tan gratos para conversar. No en vano en algunos de ellos se han tomado decisiones importantes para la vida de este país. Valga como ejemplo «el pacto del mantel» celebrado en el reservado del restaurante José Luís y que valió para generar una ley que nos ampara a todos los españoles y que algunos por su cuenta y riesgo decidieron tirar por tierra desde tierras catalanas como aquellos que se reunieron en la cafetería Galaxia de Madrid para terminar con asalto incluido a la Cortes, que dicho sea, de paso dispone de bar en el que algunos guardias civiles cumplieron con la tercera obra de misericordia, dar de beber al sediento. Si de algo nos podemos sentir orgullos es de nuestros bares, muchos de nuestros jóvenes mejor formados tienen que iniciarse en el marcado laboral en ellos. Algunos fueron emblemáticos como en Madrid el de Perico Chicote, a quien el socialista Julián Besteiro, allá por el 34, le propuso explorar el bar de la Cámara Baja.

Pero hablando de socialistas y bares no podemos obviar el incidente sufrido por el ministro Ábalos, quiera Dios que no haya venido ni se haya marchado en tren, en un bar de la localidad de Mérida, donde supuestamente fue vilipendiado por un agente del Cuerpo Nacional de Policía en segunda actividad quien lanzó algunos epítetos malsonantes. Para evitar tales entuertos debería advertirse a la entrada de los bares aquello de beber que tengo buen vino, de política no hablar, no armar broncas ni jaleos y antes de salir «pagar».