Nil volentibus arduum". Nada es imposible para quien de verdad lo desea. Bart de Wever, el historiador flamenco que quiere reescribir la historia de Bélgica con la independencia de Flandes, citó la máxima latina al conocer el triunfo de su partido, la Nueva Alianza Flamenca (NVF). Demostraba la voluntad rupturista que aumenta en cada cita con las urnas y que hace que un diario serio se preguntara hace poco si Bélgica tiene aún sentido.

Por ahora, algún sentido tiene y De Wever sabeque no ha llegado la hora de la secesión. En todo caso, es el momento de una nueva reforma constitucional, la sexta desde el año 1970. Sobre el papel, Bélgica es un Estado federal, pero sus dos comunidades, la valona y la flamenca, viven a uno y otro lado de una línea divisoria totalmente impermeable que es la lengua. En la práctica,es lo más parecido a un Estado confederal y este será el cambio futuro, la certificación de esta confederación.

Por muy deseada que sea la independencia, el orden en las finanzas públicas, dentro y entre las dos comunidades, es prioritario y por ello el ganador sabe que necesita a los otros. La mano tendida a los francófonos lo demuestra.

Hay otro argumento que aleja a Bélgica de lo que muchos consideran un abismo y es Bruselas. Es la capital de Bélgica, y también de la Europa comunitaria. Nadie está dispuesto a dejarla escapar con una división.

El caso belga es muy particular, pero, aun así, confirma tendencias que se dan en otros países, como en Holanda. Con pocos días de diferencia, en ambos países se ha visto el ascenso de partidos nuevos (el belga NVF apenas tiene 10 años), que son populistas de derechas. La cruz de estos éxitos son los batacazos de partidos históricos y hegemónicos, como, en este caso, el Partido Cristiano Demócrata y Flamenco.

El resultado tendrá además consecuencias en la Unión Europea, pero no necesariamente negativas. El próximo 1 de julio, Bélgica asumirá la presidencia semestral de los Veintisiete. Si se piensa que su último Gobierno nació tras una gestación de nueve meses, sería un verdadero milagro que en solo 15 días hubiera Ejecutivo. Una presidencia casi inexistente después de otra, la española, inmovilizada por la crisis, puede ser la puntilla de las presidencias rotatorias. Y esto no sería una mala noticia.