Los más importantes indicadores señalan que la economía española pasa este verano por un momento especialmente dulce. Baja el paro, el PIB crece más de lo previsto por el Gobierno y, lo más importante, el modelo de crecimiento parece sustentarse en premisas diferentes y más sólidas a las de los últimos años. La construcción, que continúa teniendo un inestimable peso en la economía, recibe un saludable relevo del sector industrial, que ha crecido con fuerza en el primersemestre del año. La economía española es ahora menos dependiente del ladrillo y está algo más preparada para competir en el sector exterior. De hecho, son las exportaciones las que mantienen una tasa de crecimiento cercana al 3,5%, más de un punto por encima de la media de la Unión Europea. Ayer mismo se conocía que la producción industrial ha crecido un 3,4% en el primer semestre, impulsada en buena medida por las ventas al exterior.

A eso se añade, por un lado, la buena marcha de la recaudación de impuestos por los beneficios empresariales y por el aumento del empleo --lo que permite mantener en números negros las cuentas del Estado-- y, por otro, los excelentes resultados de la bolsa, cuyos principales índices han crecido por encima del 20% hasta junio. Tan benigno panorama no puede ocultar, sin embargo, que pueden venir periodos de vacas flacas, que ya apuntan por el flanco de la inflación y el alto endeudamiento de las familias.